IX

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Había observado tanto aquellas notas que incluso podía verlas en sus sueños impidiéndole dormir debidamente. Siempre tuvo problemas para conciliar el sueño debido a sus pesadillas, pero admitía que su investigación estaba acabando con lo poco que podía conseguir de horas de sueño. Con esto en mente, seguía planteándose si era realmente necesario lo que estaba haciendo.

Era el encargado del vino más famoso, proteger a Mondstandt del peligro y ahora debía lidiar con Kaeya en la bodega mientras realizaba investigaciones.

Su mente no estaba para nada tranquila, no sabiendo que ahora el menor tenía el objetivo de desmentir rumores. Para él, era una idea bastante ridícula y que al mismo tiempo también comenzaba a convertirse en una molesta espina, esa espina que no podía ver y era bastante molesta como para ignorarla.

No estaba en contra de que se supiera sus secretos, tampoco con que los rumores viajarán con el viento de Mondstandt, simplemente no le agradaba la idea de verse débil. No una vez más. Tampoco verse así frente a Kaeya era una opción porque tenía una promesa que cumplirle al padre de este.

Fue así como la imagen de Kaeya al recibir la noticia de la herida llegó a su mente de manera fugaz y llenándolo de una confusión extraña en sí mismo casí entendiendo lo duro que debía ser tener algo así y perderlo como si se tratara de algo sin importancia. Entendía eso porque no siempre puedes proteger a quienes quieres. De verdad de puso en su lugar por un momento, imaginando si el destino lo hubiese elegido a él y no a Kaeya para pasar por ese camino y probablemente ya ni siquiera se hubiese molestado en continuar con su estadía en el viñedo o en Mondstandt cargando con un peso tan grande. Mejor dicho; un peso más sobre sus hombros.

A fin de cuentas, su objetivo era descubrir que sucedía ya sea solo o con ayuda de algún alquimista externo y con solo pensarlo, un escalofrío recorrió su espalda recordando las malas experiencias con ellos y en especial con Albedo.

En una de las noches en las cuales observar Mondstandt desde su habitación, su mente le daba jugarretas con sus recuerdos de la infancia. Por mucho que intentará ignorarlos, no había éxito. A veces creía estar loco cuando juraba observar la figura de ambos hombres, aquellos que le dieron apoyo cuando era solo un joven perdido y, por más que le doliera aceptarlo, ya no estaban.

Giró su cabeza hacia su cama, topándose con mechones cubriendo parte de su vista que apartó de mala gana y miró siendo tentado por abrir aquella caja debajo de esta.

La tentación fue mayor en el pelirrojo, tanto lo fue que cuando se percató de sus acciones, ya se encontraba con pluma en mano y ese libro sobre su mano esperando ser llenado con el color de la tinta. Suspiró maldiciéndose por lo bajo ante aquel tonto deseo y justo cuando estaba por arrepentirse, su mano bajó y comenzó a escribir.

No supo cuánto escribió o lo que puso en ese libro, pero la luz de la mañana ya estaba casi sobre él indicándole el inevitable paso del tiempo.

Su mente se liberó y dejó que sus ojos se nublaran entre la tinta y el blanco de las páginas. El tarro de tinta a su mano derecha estaba vacío, terminó por consumirlo todo en esa noche sin si quiera percatarse de ello y en su mano ya comenzaba a aparecer un leve dolor e incomodidad por las horas en esa posición además de la agresividad con la que realizan los trazos. Soltó todo y llevó sus manos al rostro para despertar de su transe de una vez por todas, posteriormente las observó y con el paso de unos microsegundos juró verlas cubiertas de sangre.

Abrió sus ojos rubíes con miedo.

Eso era exactamente lo que no le permitía tener una vida normal y lo odiaba tanto.

El miedo se apoderó de él en muchas ocasiones, las escenas seguían tatuadas en su mente con un detalle aterrador. Aún con ese episodio de shock; su cuerpo se movió solo al cerrar ese libro y colocarlo de nuevo dentro de esa caja que también escondió en el lugar de siempre, pensando en que era un tonto por dejarse llevar tantas ocasiones por su miedo, odio y la irá dentro de él.

El libro no vería la luz del día mucho tiempo porque el imaginarlo así, le causaba náuseas. Agradecía por mucho que su vista se nublase cuando estaba en ese estado de trance total porque, si llegara a darse cuenta de él, no dudaría en convertirlo en cenizas, pero lo necesitaba por tanto que le causará problemas.

Ese libro rojo era sus esposas que lo ligaban al infierno.

redbook ➵ dilucxkaeya (genshin impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora