XXIX

4.2K 482 170
                                    

La noche había caído en un abrir y cerrar de ojos. Su viaje se vería obstruido un par de veces debido a la alta actividad de los enemigos en los alrededores de Mondstandt, así también descansar e intentar recuperar la energía de quienes los acompañaban simplemente entorpecían su viaje. Al final de todo, siendo una opción mucho más factible se dirigieron a él Acantilado Estrellado ya que las rocas que estaban debajo de la cima ocultaban pasadizos que utilizaba la Orden del Abismo. Información proporcionada tanto por Diluc como Sora por sus explicaciones en esas zonas.

Los campamentos se alzaron, las fogatas daban un poco de luz y habían ciertos caballeros encargados de vigilar mientras que los tres al mando discutirían lo que vendría después.

—Hubieron informes de que aquí se veían Magos del Abismo deambular, pero hasta ahora no hemos visto a ninguno. —Albedo suspiró un poco cansado y miró al pelirrojo. —¿Nos quedaremos?

—Hagamos dos grupos, uno se queda afuera y otros vamos a entrar a cualquiera de los pasadizos. No es muy difícil romper con esos sellos tan extraños que ponen para entrar.

—¿Con vamos hablas de que entrará, maestro Diluc? —preguntó la pequeña Paimon. El nombrado asintió al mismo tiempo que miraba al joven viajero a la par de la pequeña. —Sora y yo estamos listos cuando lo desee.

—Preferiría quedarme afuera si no les molesta... —explicó Albedo. —No es por nada pero estos caballeros son, ¿cómo decirlo?

—¿Débiles? —Sora hablo haciendo reír al contrario.

—Iba a decir que unos inútiles, pero lo tuyo suena mejor.

—Lo son, pero son quienes protegen Mondstandt —las palabras de Diluc extrañaron a Paimon y a su compañero hasta que escucharon el final de la oración. —, aunque un Slime Cryo tiene más fuerza que cualquiera.

El cielo de Mondstandt lleno de estrellas los acompañarían en el momento de que las fogatas cesaran. Varios caballeros tomarían turnos para hacer guardia durante la noche incluyendo a Diluc, este a comparación de los que lo acompañaban no podía dormir. No podría ya que aunque por la máscara que siempre debía poseer frente a los caballeros, en realidad había un Diluc inseguro.

Aceptar que tenía miedo siempre fue difícil, no estaba asustado por enfrentarse a un Mago del Abismo pues en su vida como Caballero de Favonius se vio frente a frente con estos miles de veces; sin embargo, nada le estaba asegurando que interrogarlo sería la respuesta o si matándolo habría una pequeña posibilidad de que tal vez se sintiera satisfecho.

Temía seguir lastimándose y lastimar a Kaeya sobre todo. No entendía qué pasaba con él, no entendía porqué perdía el control de si mismo en los momentos menos indicados y tampoco porque pese a odiar el libro en el cual estaban escritos todos su pecados, odiarse tanto a si mismo y odiar con cada parte de su alma el color con el cual su cabello y ojos fueron bendecidos o maldecidos, simplemente no podía dejarlo. Una atadura así de fuerte lo dejó solo tanto tiempo sino fuese porque ahora entendía qué Kaeya jamás de alejó por completo, aún cuando le dijo la verdad acerca de la muerte de su padre, decidió quedarse a su lado y también le entregó tanto su cuerpo como su corazón.

Tenía miedo perder lo que había conseguido después de pasar por desgracia tras desgracia.

Cargaba ese libro consigo, haciéndose daño continuamente y sin poder hacer nada al respecto para evitar sentirse tan miserable.

En momentos como ese, de paz absoluta y que el viento soplará moviendo su cabello... deseaba regresar. No solo porque Mondstandt fuese su hogar o porque el viñedo estaría solo por un largo tiempo ya que había ido hasta Liyue por periodos largos de tiempo y no sentía la gran necesidad de regresar. Quería ver a Kaeya. El día aún no había concluido del todo, pero estaba ahora acostumbrado a verlo, hablar con él y besarlo que lo extrañaba tanto.

Ese sentimiento estuvo con él en el tiempo que no se vieron en la bodega, pero al menos podía verlo aunque sea por unos momentos. Ahora está diferente, no sabría si regresaría pronto o si las cosas resultarían contraproducentes que afectarían el plan de regresar lo más rápido posible. Nada era seguro.

—Maestro, hay un par de Slimes Pyro agrupándose. —la voz de uno de los caballeros le hizo salir de su pequeño trance, siendo guiado por ese caballero terminaron frente a un par de rocas cerca de la cima, creando un pequeño hueco y de inmediato concluyó que se había abierto hace poco tiempo y el sello estaba demasiado débil. Los Slimes parecían agruparse en ese lugar tal vez siendo atraídos por la escencia dejada por el sello. —¿Llamó a los demás?

—Un par de Slimes no son la gran cosa, aún así parece que el sello es débil... —algo le decía que era inusual que se haya abierto el sello sin haber visto nada, no estaban muy lejos de donde el campamento y le parecía raro también que solo ese caballero se encontrara merodeando tan lejos de donde debían hacer guardia.

Tal como lo suponía y que dedujo demasiado tarde para intentar hacer algo, el caballero que estaba a su par solo era un disfraz, uno tan bueno como para engañarlos. Diluc no pensó dos veces y de inmediato se puso a la defensiva, al tratar de sacar su espada su manos se vieron atrapadas por unas ajenas dejándolo inmóvil y sin percatarse en el momento de que otros dos individuos se habían colocado a cada lado impidiéndole moverse.

Frente a él solo estaba ese quien creyó un caballeros común y corriente, al colocarse la máscara supo de inmediato que todo había sido cosa de los Fatui. No había duda que solo ellos harían ese tipo de jugarretas tan sucias para someterlo estando solo y alejado de los demás.

—Vaya vaya, ¿que tenemos aquí? —una voz aguda habló detrás de él, escuchaba solo los paso que se acercaban y cuando quiso moverse para mirar uno de quienes lo tomaban consiguió golpearlo en su pierna haciéndolo caer de rodillas. —Oh, tengan más cuidado. Es nuestro invitado especial, ¿recuerdan?

Diluc levantó la mirada, mirando como el individuo que hablaba finalmente estaba frente a él. Arrodillándose y tomando del cabello que caía por su rostro lo obligó a mirarlo.

Podría reconocer esa sonrisa retorcida dónde fuera, asomándose por un lado de esa máscara blanca y negra. Diluc no pudo evitar reír al verlo pues había pasado tanto tiempo que nunca había pensando que se trataba de él.

—Dottore, ¿por qué no me sorprende verte?

—¿Me recuerdas? Qué lindo —se burló. —. Con que el joven maestro ahora es todo un adulto, quien diría que eres la viva imagen de tu padre.

—¿Padre? —preguntó confundido.

—Hablemos tranquilamente en mi laboratorio, a fin de cuentas, no puedo dejar que mi conejillo de indias pueda escapar así como así.

redbook ➵ dilucxkaeya (genshin impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora