XXXVI

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El primero en recobrar el conocimiento fue Diluc después de varias horas. La situación le fue explicada con calma gracias al joven alquimista y también por el viajero quienes estuvieron al pendiente de ambos.

No fue sorpresa para ninguno que haya preguntado por Kaeya en lugar de preocuparse por él mismo. Albedo no le podía asegurar que estaba fuera de peligro, haber realizado el procedimiento con la sangre extraída del pelirrojo no estaba mostrando avance o retroceso alguno, solo dejó al contrario en una especie de coma inevitable. Su cuerpo se rindió por lidiar con el dolor.

Diluc quiso levantarse, pidió verlo, pero se le fue negado. No había pasado ni una hora desde que despertó y necesitaban saber si ese extraño suero abandonó su sistema por completo.

Albedo no quiso mencionarlo en su momento, pero el que se le haya neutralizado por un periodo tan largo de tiempo puede que le vaya a traer problemas a futuro con respecto a su habilidad elemental. Si Kaeya salía de esa, sería lo mismo. Decidió callar, esperaría que todo se calmara para poder decírselo y recurrir a un tratamiento. Por el momento, intentaría mantener a Diluc en su lugar.

Aún estaban en Liyue, no podrían moverse a Mondstandt con Kaeya en ese estado. También había que ver qué tipo de proceso tendrían que llevar a cabo por lo que había sucedido, nada pintaba a que fuera a ser rápido, menos al tratar de los Fatui y en tierras vecinas. Jean, Zhongli y Ninguang serían los indicados para el trabajo aunque nada resultaría bueno del proceso para Dottore cuando Mondstandt tenía la deuda con estos hacía bastante tiempo.

Con respecto al libro habían tantas dudas.

Estaba al cuidado del viajero desde que lo uso en contra de Dottore y de así porque Albedo pidió que nadie más lo tocara. Si no veía reacción en Sora, solo podía dejárselo y que se lo diera a Diluc.

Los rubíes del pelirrojo no parecían tener ese brillo característico, miraba cada cierto tiempo sus manos temblar y también las marcas en sus muñecas. Su cabello caía por sus hombros y rostro, podía ver los mechones interferir su visión y, pese a todo por lo que tuvo que pasar, seguía odiándose.

Ahora que sabía la verdad, se sentía todavía más miserable. Lamentarse no arreglaría nada, lo sabía bien, pero no podía evitarlo.

-¿Cómo está? -la tierna voz de Paimon se escuchó. La mirada de Diluc se posó en ambos.

-No lo sé. -una respuesta simple y sincera. Se incorporó en la cama para poder atender a Paimon y a su rubio acompañante. Ver el libro en manos del segundo le indicó que tenía ese asunto pendiente.

-Nadie ha leído nada...

-El contenido ya no importa -interrumpió rápidamente. -. Creí necesitarlo, pero creo que solo me estaba haciendo daño.

-¿Qué hará con esto? -se atrevió a hablar el rubio entregándole el libro.

-Hacer cenizas el pasado.

Para hacerlo, necesitaba a Kaeya a su lado. No tendría sentido comenzar de nuevo si no era con él.

Necesitaba verlo, quería verlo como sea la forma. Si era necesario que Albedo usara la fuerza, haría lo imposible para ver a Kaeya como diera lugar. Usaría al viajero como distracción, tal y como se lo indicó.

Sora lo haría, los regaños de Paimon no serían nada en comparación con los que había recibido de Lisa o de Albedo anteriormente y no perdía nada con hacerlo. Era una buena causa, no negaría que no estaba de acuerdo, pero no era nadie para negarle ver a Kaeya. Pasaron días sin verse uno al otro soportando cada uno su dolor porque el viajero lo entendía; entendía lo que es querer ver a alguien que amas y no poder hacerlo. Al menos ellos estaban cerca del otro.

Esperó el caer de la noche, las guardias de caballeros siempre estarían ahí y no serían nada ante Diluc pues tenía experiencia en pasar desapercibido. Su cuerpo seguía débil, su andar lento y su fuerza también seguía sin reponerse por completo le resultaba un tanto complicado, pero no imposible el poder llegar hasta donde Kaeya.

Agradecía por un lado que no hubiese tanta iluminación para que no borran su sombra.

No imaginó ver a Kaeya parecer tan tranquilo en esa cama y sintió miedo. Miedo de que no fuese a despertar. Miedo de que lo último que lo haya visto del pelirrojo fuera ese rostro lamentable y al mismo tiempo desesperado.

Se acercó a un más hasta quedar frente a frente, escuchando su respiración lenta y tranquila. Sus rubíes recorrieron su rostro una y mil veces como aquella vez en la que durmieron juntos. Decidió también besarlo como esa ocasión: un beso fue a su frente y el otro a sus labios. La decepción cayó en él al saber que está vez no seguiría el ritmo del beso.

Tomó su mano con la poca fuerza que tenía e importándole poco lo que fuese a pasar cuando el sol saliera, recostó su cabeza sobre el regazo del menor y sus ojos de inmediato se cerraron para caer en brazos de Morfeo aún sujetando su mano.

Albedo sería quién viera la escena mucho antes que cualquiera. Sabía que haría algo así, la terquedad con la cual identificaba a Diluc seguía ahí incluso en la situación que pasó y su estado y no pudo hacer nada para hacer que se fuera de ahí por el resto de los siguientes días cuando también hacia los análisis correspondientes a Diluc.

En todo momento y a toda hora, Diluc no se fue de su lado.

Cómo era de esperarse, los caballeros no comprendía del todo la actitud de su maestro. Mantenían la imagen del Diluc con semblante frío, llamándolos de lo peor con sus comentarios despectivos y sin olvidar también que no podía pasar más de cierto tiempo junto a Kaeya. Su imagen de Diluc ahora parecía ser diferente y desconcertante para todos ellos. La imagen del nuevo Diluc no era del todo tan mala al fin y al cabo era tan humano como ellos y solo se estaba comportando como la situación le daba su cuerpo hacerlo así como Kaeya lo hizo al ser parte de la misión. Los papeles se intercambiaron para ese punto.

-Si necesita algo, solo llámeme. -el pelirrojo asintió sin mirarlo, su atención estaba en Kaeya. Albedo medio sonrió y se fue del lugar.

Habían terminado por realizar el segundo procedimiento. El primero constó en aplicar directamente la sangre sobre la herida, este segundo no sería tan diferente solo con el detalle de que la sangre del pelirrojo parecía estar más limpia.

El cabello de Kaeya caía por su rostro, como ya era una costumbre, Diluc se dedicaba a alejarlo y de paso también sentir su piel. Alguna vez logró ver qué reaccionaba sus caricias, pero pensaba tratarse de su imaginación o de qué de verdad necesitaba dormir un poco más y esa ocasión no fue diferente; al tocar su mejilla notó una leve sonrisa formarse en el rostro de Kaeya. De nuevo solo pensó que era parte de su imaginación o al menos eso pensó solo hasta que notó ese brillo en el océano de su ojo abrirse lentamente.

No iba a moverse, no apartaría su mano de su mejilla y tampoco alejaría la contraria de sujetar la mano del contrario. Solo quería asegurarse que no era un sueño.

Esa leve sonrisa se convirtió en una sonrisa aunque débil, lo era.

El pelirrojo entonces por fin pudo sonreír también y sin darse cuenta, de sus rubíes brotaban lágrimas.

redbook ➵ dilucxkaeya (genshin impact)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora