Counting Stars

756 63 9
                                    

Una veloz mata de cabello rubio atravesó fugazmente la pequeña calle principal del planeta de la arena, antes de sumergirse a través de la muchedumbre de especies en dirección a las callejuelas secundarias.

—¡Alto ahí! ¡Deténganla, que no escape!

La menuda joven ignoró el ardor en los pulmones y el hormigueo en las piernas, producto del cansancio, y corrió tan rápido como fue capaz.

No iban a atraparla, moriría antes de permitirlo. No ahora que, después de meses de vagar sin rumbo, había encontrado un hilo del que tirar.

Se lanzó sobre la mesa de trabajo de un mecánico callejero que se interponía en su camino y se deslizó por su superficie limpiamente, derribando algunas de sus herramientas, antes de caer con elegancia y continuar la carrera.

—¡Vuelve aquí, sabandija escurridiza! —gritó uno de los perseguidores.

Amber volteó hacia atrás, sobresaltándose ante la cercanía de la voz.

¡Mierda, estaban cerca!

Allí. Cuando pasó junto a una gran estantería repleta de jarrones viejos y chatarras, tomó con fuerza uno de sus estantes y jaló, derrumbándolo en mitad del camino, a sus espaldas. Los hombre gimieron frustrados por el nuevo obstáculo.

Eso los retrasaría un momento. Sonrió satisfecha.

Dobló en la siguiente esquina, atravesó el callejón como una exhalación, y dobló de nuevo. Llegó a una calle abierta llena de vendedores ambulantes y puestos callejeros, aunque no tan intransitable como la principal. Los habitantes usuales y visitantes de paso caminaban aquí y allá, en todas direcciones, metidos en sus propios problemas.

Volvió a mirar hacia atrás, al sendero que dejaba atrás para asegurarse de que nadie se acercaba. Bien, los había despistado lo suficiente.

Un violento golpe detuvo a todo su cuerpo de pronto y le robó el aire agitado de los pulmones. Gimió al dolor del impacto y una voz masculina se hizo eco de su dolor con un gemido similar. Entonces ella empezó a caer, allí en la arena, en medio de la calle, frente a todos. Pero unos fuertes brazos se cerraron en torno a su delgado cuerpo y la mantuvieron de pie, erguida y digna, segura contra aquella figura grande que devoraba su pequeña silueta.

Aunque el dolor del golpe aún latía en las costillas.

—Oye fíjate por donde vas, gran tonto, casi me aplastas. —acusó.

—¿Yo aplastarte? —se indignó el hombre de voz suave. —Por favor, eres tú quien va corriendo como una loca por la calle sin ver a dónde va. Interfieres en mi escape y si no fueras tan diminuta podrías incluso haberme derribado.

Amber se incorporó, llena de indignación, de los brazos del hombre que la sostenía firmemente. Aquellos brazos que habían evitado que su trasero diera de lleno en el árido suelo del planeta de Tatooine.

—¿Diminuta yo? Escúchame bien, gigante patoso, tú...—la joven había levantado un dedo acusador hacia el pecho de su salvador y preparó un discurso de reproches que, estaba segura, no olvidaría jamás. Pero unos gritos detrás de ella la interrumpieron antes de poder comenzar.

—¡Es él! ¡Ahí está! ¡Atrápenlo!

—¡Vuelve aquí! ¡Estás arrestada!

La chica miró por sobre su hombro con los ojos abiertos como platos, su rubia cabellera bailando a su alrededor con el veloz movimiento. Un escuadrón de Stormtroopers mucho mayor al que la perseguía antes estaba más cerca de lo que esperaba y se aproximaban a toda velocidad, impacientes por un pedazo de ella. Y por lo visto, también de él.

Counting Stars | Han Solo; Star WarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora