Episode I

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Amber Kenobi se había relajado al fin. Por primera vez en días. Se evidenciaba en la forma en la que bebía en la barra junto a su fiel amigo el wookiee, o en la manera encantadora en que bailaba al compás de la música, alrededor de la pista, llevándose miradas de todos los presentes, sin importar la especie.

Giraba, movía las caderas y reía. Sin saberlo, le regalaba un poco de luz a la vieja taberna de Tatooine.

Y a la vida de cierto piloto.

No había nada que Han Solo adorara más que ver a su Amber feliz. Lo adoraba más incluso que volar, y eso era decir mucho.

Últimamente ella había estado perdiendo el sueño. La veía triste y estresada, aunque intentara ocultárselo. La búsqueda de su familia biológica no avanzaba, era como si los portadores del bendito apellido Kenobi hubieran desaparecido de la galaxia sin dejar rastro; estaban endeudados hasta las narices, y comenzaban a llegar amenazas de muerte por parte de Jabba el Hutt, a quien le debían más dinero del que ganarían incluso en tres viajes; estaban en el punto de mira de los soldados del Imperio y empezaban a quedarse sin rutas libres para el contrabando.

Si, las cosas no van del todo bien. Pensó el piloto dando un profundo suspiro.

Bebió un sorbo de su fuerte trago, sin apartar la vista de su preciada Amber. Sonrió en el momento en que sus miradas chocaron. No recordaba cuándo se había vuelto tan importante para él. Estaba loco por ella. Elevó su vaso en su dirección y ella le respondió con aquella preciosa sonrisa de niña pequeña que lo tenía tan enamorado.

Brindo por ti, dulzura. Juro que voy a encontrar una salida, y que nada va a pasarte.

El característico gruñido de Chewbacca, que repentinamente había aparecido a su lado, lo arrancó de sus cavilaciones e interrumpió el cruce de miradas. Amber sólo volvió a perderse en su baile.

-¿Qué dices amigo?

Otro gruñido que solo él fue capaz de entender.

-¿En serio? Genial. Hora de trabajar.

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Un joven chico y un anciano aguardaban impacientes en una mesa de la esquina, con miradas expectantes y cautelosas.

El joven piloto se abrió camino hacia ellos, inevitablemente animado al ver a dos potenciales clientes esperando por gastar su dinero. En la situación en la que estaban, cada centavo contaba.

No le gustaba para nada que las amenazas por aquella deuda recayeran sobre Amber. Sobretodo porque, aunque ella no lo aceptara, él era el único responsable de dicha deuda.

Había hecho un trato con Jabba el Hutt; el Imperio se había entrometido a mitad de camino, y él no había tenido más remedio que soltar la mercancía al inmenso espacio para salvar el bonito trasero de Amber y el suyo propio. Por supuesto, el jefe no estaba feliz y ahora debían pagar las mercancías perdidas de su bolsillo o entregar sus cabezas, o su preciada nave, o a su chica...

Aunque Solo no entendía muy bien cómo funcionaría el aparato reproductor de una criatura como Jabba, si entendía perfectamente las intenciones que tenía para con su novia. Y no iba a permitirlo.

Por suerte había conseguido algo de tiempo. Pero se estaba acabando. Igual que las opciones.

Tomó asiento frente a aquellas personas, atrayendo ambas miradas.

-Han Solo - se presentó antes de que hubiera tiempo para hacer preguntas, acomodando altanero las solapas de su chaleco; orgulloso de ser quien era. -Soy el capitán del Halcón Milenario. Chewie dice que buscan transporte para el sistema Alderaan.

Counting Stars | Han Solo; Star WarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora