Epílogo

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La boda de Amber Kenobi y Han Solo sería recordada para siempre por los corazones soñadores y los ancianos con memoria.

Aprovecharon la algarabía que dominaba la galaxia, que clamaba feliz por su libertad, e hicieron una celebración grande de puertas abiertas. Cualquiera que lo deseara pudo asistir, mientras fuera en son de paz.

Cazarrecompensas, pueblerinos y reyes. Soldados y princesas asistieron con regalos y bendiciones de mil dioses distintos.

La paz en la vida de esos dos era frágil y pasajera, así que fue una buena idea que lo aprovecharan.

Leia lloró a mares. Amber lloró a mares.

Han Solo lloró a mares.

Luke aún se burlaba de él por la palidez que había tomado su rostro hasta tan solo un minuto antes de que ella apareciera por ese pasillo, tan bella que les robó el aliento a los mismísimos reyes.

Después, llegó el momento de partir.

La mayoría de las parejas se van de viaje en su luna de miel, pero Han Solo y Amber Kenobi solo buscaban un momento de quietud para disfrutar uno del otro. Así que se despidieron de sus amigos con llanto y emoción, tomaron el Halcón Milenario, que Lando Calrissian si había devuelto al fin, para su propio bien, y partieron. Lejos, a algún lugar remoto en el que nadie interfiriera para pasar el próximo mes amándose.

Llevaron un telecomunicador como única conexión con el exterior, por si Luke y Leia necesitaban algo de urgencia.

Pero solo de urgencia.

Oh, había sido maravilloso. Todo. Amber aún sonreía como una tonta y se estremecía hasta los huesos recordando cada momento. Se tocaba los labios y el cabello con picardía pensando en Han Solo.

Pero eso había sido por los últimos veinte días. Ahora, realmente, realmente daría lo que fuera por poder hacer una rápida llamada a Leia.

Se mordió el labio con nerviosismo. Quería, pero si lo hacía, sabía que su amiga atravesaría la galaxia como un rayo para llegar a ella en cuanto le dijera la causa de su desvelo.

¿Y cómo iba a explicarle a Han la aparición repentina de Leia en su nave, en la más remota esquina de la galaxia?

Llevaba dos días, ¡Dos días! Sin tocar a su esposo. Pero es que cada vez que él se acercaba ella no podía evitar pensar en ello y entraba en pánico, y quería llorar, y gritar, y reír y volver a llorar. Y su libido se iba a pique.

Han no era nada tonto, y sus ojos empezaron a denotar preocupación en el primer día. Y ella que no sabía ocultarle nada, inconscientemente se tornaba fría con él y se alejaba.

Él había intentado sacarle la verdad a como diera lugar, pero esta vez no había manera. Ni siquiera emborrachándola.

Oh, por todos los cielos, desde luego que Amber no iba a beber esta vez.

Se tocó el abdomen plano con una mano ante una nueva oleada de nauseas por la sola idea del alcohol.

Su olor... puaj...

Hoy, sin embargo, se levantó de la cama, reunió coraje y lo decidió. Hoy se lo iba a decir. Sin duda. No como ayer, hoy si se lo iba a decir. Sin acobardarse. De un tirón, como cuando quitas la venda a una herida.

Ella había vencido un Imperio, hablar con su esposo no debería ser tan aterrador.

Oh, pero lo era.

Han, que se había dedicado cada mañana a partir a pie a la civilización mas cercana para ir en busca del desayuno antes de que ella despertara, entró por la puerta.

Counting Stars | Han Solo; Star WarsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora