Una pálida cabellera rubia se asomó entre las áridas dunas del sofocante desierto de Tatooine.
Con su pequeño cuerpecillo tendido por completo en el suelo, su cabello del mismo color de la arena y sus ropas blancas fácilmente confundibles por el reflejo del inclemente sol, Amber Kenobi era prácticamente invisible.
No había manera de que el cazarrecompensas uniformado que acababa de bajar de su nave y caminaba con la guardia baja pudiera avistarla.
Jabba el Hutt escondía su madriguera en algún lugar del desierto, cerca de aquí. Pero no lo habían descubierto todavía. Y el muy cobarde se ocultaba tan bien que probablemente les tomara demasiado tiempo hallar su ubicación.
Así que ella necesitaba que Boba Fett la viera.
Unos dos kilómetros más allá, el cazarrecompensas que le había arrebatado a Han Solo delante de sus narices a cambio de un puñado de dinero pasó tranquilamente por delante de ella. Amber deseó poder saltar sobre él ahora y asesinarlo por lo que había hecho.
Pero se contuvo. No podía joderla ahora. La libertad de Han estaba en juego y ella necesitaba que Boba Fett la guiara a Jabba.
-¿Amber? ¿Estás ahí, lindura? -inquirió una distorsionada voz que, para fastidio de Amber, se estaba volviendo familiar.
Entrecerró sus encandilados ojos para no perder de vista a su presa y llevó su mano hasta su cintura, donde la radio de comunicación descansaba entre las fundas de sus armas medianamente vacías.
Llevaba la bláster en su muslo, un par de cargadores y el comunicador. Nada más. Lo suficientemente armada como para no levantar sospechas, pero lo suficientemente desarmada como para que Boba Fett pudiera vencerle con facilidad.
El sable de luz de su madre se había quedado a salvo en manos de Chewbacca.
Presionó el botón que la comunicaría con el Halcón Milenario y habló entre murmullos.
-Callate, traidor. Tu voz chillona va a delatarme.
-¿Disculpa? Mi voz no es chillona, es sexy. ¿Y cuándo dejarás de llamarme así? Es vergonzoso. -se quejó Lando Calrissian a través de la radio.
-¿Dejarás de llamarme lindura? -replicó la rubia.
-¡No! Eres una lindura.
-Y tu un traidor.
-¿Cuántas veces me he disculpado por eso ya?
-No las suficientes.
-Pero yo...
Un alterado rugido indignado interrumpió la pequeña y poco oportuna discusión.
Y es que Lando Calrissian y Amber Kenobi no se habían vuelto los mejores amigos durante el último tiempo. Aunque no por falta de intentos del moreno, a decir verdad. Pero Amber no sabía demasiado acerca del perdón y desde luego no podría perdonar a Lando por lo que había hecho. Su idiotez pudo haberle costado la vida a sus amigos, a ella misma. Y a Han.
Joder, se estremecía de pies a cabeza cuando pensaba que Han Solo pudo haber muerto en el proceso de congelación en carbonita.
Pero, aún cuando le costaba buena parte de su fuerza de voluntad, Amber tenía que admitir que Calrissian se había mostrado arrepentido por sus actos, realmente preocupado por Han, y había estado dispuesto a ayudar y hacer lo que fuese necesario para acudir a su rescate. Eso no quería decir que en algún momento hubiera cesado con su coquetería y sus constantes frases de casanova intentando arrastrarla a la cama. Pero ella tampoco había cesado sus rechazos y, mientras él siguiera ayudando y no estorbara, podía soportarlo. Mejor tenerlo como aliado.
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Counting Stars | Han Solo; Star Wars
FanfictionHay muchas historias que cuentan las hazañas y aventuras de Han Solo y Amber Kenobi. Son una leyenda andante, para qué engañarnos. Pero hay una en particular, que es especial. Mi favorita. La leyenda cuenta que una vez, hace ya años, un alma perdid...