Pasos resonando, corriendo. Acercándose. Cada vez más cerca. Más cerca. Detrás.
Sangre. Tanta sangre. El aroma metálico que le revolvía el estómago. Le daba náuseas.
El dolor punzante, constante en las costillas, en todo el cuerpo.
Los dispararon. Los gritos. Siempre habían gritos.
—¡Amber corre! ¡Corre mi amor, no dejes que te atrapen, corre!
—¡Tras ellos! ¡Que no escapen! ¡No maten a la niña, la quiere con vida!
Mamá y papá. Mamá y papá en el suelo. Mamá y papá muertos. Las lágrimas, el dolor, la sangre. El suelo estaba resbaloso por la sangre. La sangre de mamá y papá.
El sonido metálico de un objeto rebotando contra el suelo interrumpió el profundo y turbulento sueño de Amber que, aunque se había sobresaltado, debió luchar por abrir los ojos. Sus párpados se sentían pesados.
Joder. La pesadilla.
Siempre era la misma pesadilla. Una y otra vez. Siempre la tendría. Esas imágenes jamás se irían.
¿Qué hora es?
Estaba tan cómoda y calentita envuelta entre las suaves mantas, con los brazos de Han rodeándola y su cálido cuerpo yaciendo detrás de ella en un tranquilo y relajado sueño, que tuvo que morder su labio inferior con fuerza para evitar maldecir en voz alta.
Se sentó en la cama muy despacio para no despertarlo. Habían estado trabajando en una dura misión durante los últimos tres días. Y cuando al fin habían podido volver a la base para tomarse un descanso, habían tomado una ducha, habían comido como wookiees y luego habían hecho el amor durante horas. Estaba tan agotado como ella y prefirió dejarlo descansar.
Recorrió la improvisada habitación que habían construido dentro del Halcón Milenario con la mirada y un destello de luz proveniente del pasillo captó su atención.
Se obligó a levantarse y un helado escalofrío recorrió su cuerpo desnudo en cuanto estuvo fuera de la cama. Se apresuró a tomar la gruesa chaqueta de cuero de Han, que reposaba en el suelo a un costado de la habitación y se envolvió en ella.
Él se quejó entre sueños y frunció el ceño al sentir los brazos vacíos. Amber sonrió con ternura al verlo estirar el brazo para buscarla por la cama y volver a relajar su expresión al encontrar la almohada de ella y pegarla a su cuerpo, inhalando profundamente y volviendo a caer en la sombra de los sueños.
Joder, que guapo es.
Dirigió sus pasos a través del pasillo dispuesta a encontrar al causante de su desvelo. No era inusual en el Halcón Milenario que pequeñas tuercas o piezas se soltaran de su lugar y cayeran al suelo escandalosamente. O algún trozo de nave también. Ellos lo recogían y lo arreglaban en cuanto tuvieran un momento, no había nada de qué preocuparse. Al menos hasta que la pieza, tuerca o trozo volviera a soltarse, esperando que no fuera en medio de un combate o una huida...
Pero ella conocía a su pequeño Halcón como a la palma de su mano, quizá incluso mejor. Y estaba segura de que aquel objeto metálico con detalles dorados que había encontrado reposando en el suelo no era para nada una pieza de su nave.
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Counting Stars | Han Solo; Star Wars
Hayran KurguHay muchas historias que cuentan las aventuras de Han Solo y Amber Kenobi. Ambos son leyendas, para qué engañarnos. Pero hay una en particular, que es especial. Mi favorita. La del comienzo de todo. La leyenda cuenta que una vez, hace tiempo, una...