La plataforma de la base descendió hasta que Amber pudo abrirse paso dentro del Halcón Milenario.
Los familiares pasillos de su adorada nave se sintieron acogedores a su alrededor. Había muchos recuerdos allí. La presencia de Han estaba plasmada en cualquier dirección en la que mirara. Un pedazo de la esencia de Han Solo y Amber Kenobi, juntos, siempre se quedaría entre aquellas metálicas paredes, dentro del Halcón Milenario, donde quiera que vaya.
Esa idea le entibió el corazón y la hizo sentir en casa.
Se dirigió a la improvisada habitación que compartían y se adentró en ella, directa al lado derecho de la cama. El lado de Han.
Levantó la esponjosa almohada y sonrió ligeramente al encontrar la bláster que sabía él siempre guardaba allí.
Una vez, cuando aún eran solo unos contrabandistas que se buscaban la vida, un cliente al que habían "pedido prestada" un poco de su mercancía para revender en el mercado los sorprendió con su banda de seguidores durante la noche, cuando dormían. No fue demasiado grave y pudieron librarse fácilmente, pero Han juró que jamás volverían a llevarse tal susto. Así que había reservado una bláster cargada bajo su almohada. Por si acaso.
Amber la tomó entre sus manos, revisó el cargador y la enfundó en su muslo. Con eso bastaba por ahora. De meterse en problemas, el Halcón estaba lo suficientemente armado.
Con una última mirada melancólica a la cama que tantas veces habían compartido, abandonó la habitación.
En la cabina de pilotaje, Chewie la esperaba en el asiento del copiloto, con la nave reparada, lista y dispuesta. Y con un refrescante aroma a wookiee limpio.
Un fugaz recuerdo atravesó su mente y posó su pequeña mano en el gigante hombro.
—Oye, es mi turno de ser la copiloto. —murmuró. —No hay un piloto, así que tú podrías...
Chewbacca lanzó una pequeña serie de gruñidos bajos, interrumpiendola.
Amber sonrió enternecida.
Él había dicho: «El puesto del piloto es de Han. Él querría que tú lo ocuparas en su ausencia. Y además, el viaje hasta Bespin fue muy largo. Eso cuenta como dos turnos.»
Dió una suave palmadita amistosa en su hombro. Y entonces Chewie volvió a gruñir. Se estiró, tomó algo de debajo de su asiento y extendió su peluda mano hacia Amber. Ella abrió sus ojos sorprendida.
Chewbacca le extendía su sable de luz. Ni siquiera había notado que ya no lo llevaba encima. Demasiadas cosas habían pasado en muy poco tiempo. Debió haberlo dejado caer cuando intentaba huir de los cazas.
Su sonrisa creció aún más y se volvió un tanto nostálgica. Joder, había peleado tanto. Le debía la vida a ese sable.
Probablemente también habría salvado la vida de su madre en incontables ocasiones. Owen Kenobi...
Lo empuñó firmemente, asintiendo a su amigo en agradecimiento y lo enfundó en su cintura. Se dispuso a tomar su asiento pero entonces el sonido de unos pasos firmes y prepotentes, y esa seductora voz irritante la alertó.
—Bien. ¿Ya nos vamos?
Amber se volvió sobre sí misma como si hubiera recibido un golpe eléctrico, desenfundó la bláster y apuntó directo a la cabeza.
—Lando. —canturreó irónica. —Estuve a punto de olvidarme de ti. Gracias por venir a recordarme que debo matarte antes de partir.
Lando Calrissian levantó sus manos con las palmas hacia adelante, en son de paz.
ESTÁS LEYENDO
Counting Stars | Han Solo; Star Wars
Hayran KurguHay muchas historias que cuentan las hazañas y aventuras de Han Solo y Amber Kenobi. Son una leyenda andante, para qué engañarnos. Pero hay una en particular, que es especial. Mi favorita. La leyenda cuenta que una vez, hace ya años, un alma perdid...