- Capítulo 25 -

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–¿Segura no quieres ir a desayunar? Me haces sentir pésimo por traerte con el estómago vacío a tu casa.

–Ya doña angustias, no es para tanto, yo desayuno ahorita algo, tú ve con Lucí que ya vas tardísimo y no quiero que la sigas haciendo esperar y termine reclamándome a mí. – estábamos en su edificio, dejé su auto en el cajón donde siempre, bajamos para caminar al estacionamiento de invitados para llevarme mi carro.

–Me tengo que ir, ¿te veo al rato entonces? – Asintió confirmando la cita que teníamos por la noche para ir al teatro – ok, paso por ti – me acerqué a ella dejando un beso en su mejilla en modo de despedida – por cierto, dejé mi ropa y me llevo la tuya, después te la entrego.

–No te preocupes, le digo a Amanda que ponga tu ropa ya limpia en mi closet y cuando vengas te la puedas llevar.

–¿Amanda? – fruncí el ceño, no recordaba que me hubiera mencionado la existencia de una tal Amanda.

–Es quien me ayuda en la limpieza del depa. – asentí, me monté a mi auto y bajé la ventanilla de mi lado, caminó hacia mi dirección y recargó las manos en donde finalizaba el vidrio de la puerta – dame un beso – habló con determinación en su voz, inconcientemente pase mi lengua por mi labios como para humectarlos.

Sin dudar hice lo que me pidió, tampoco era como si me fuera a negar o resistir a besarla, al final, ¿quién podría negarle un beso a semejante mujer?

–Te veo al rato Dani. – me despedí de ella para salir de su edificio.

Pasé a mi departamento para darme una ducha rápida y cambiarme de ropa, y me apresuré para salir rumbo a la casa de mi amiga.

En todo el trayecto no había hecho otra cosa más que pensar en Calle y lo que pasó el día anterior, había sido una carga de emociones muy alta, entre la historia con su ex, la pequeña discusión que tuvimos, su confesión de que sentía algo por mí y la noche tan bonita en la que me dijo que sí quería estar conmigo me tenía todo al borde del colapso.

Mis pensamientos se vieron interrumpidos al ver una llamada entrante de Lucía, era obvio que me iba a asesinar en cuanto me viera, esa mujer odiaba que la hicieran esperar y tenía la completa razón en hacerlo, pero no había estado en mis manos el ser impuntual, solo que cuando desperté por la mañana y vi la carita de Calle recostada en mi pecho me era imposible hacerla despertar para dejar de mirarla así de pacífica y con tanta tranquilidad. Me tomé más de una hora observándola que no me di cuenta que era tardísimo para encontrarme con mi amiga.

–Ya estoy aquí, puedes dejar de verme así y dejar de llamarme cada dos minutos – con los brazos cruzados y una mirada fulminante se acercó al auto.

–Dijiste que a las once, Poché, – la mirada que tenía en el rostro me parecía tan graciosa, pero sabía que si me burlaba de ella le iba a salir más lo Chucky y no pretendía arriesgar así mi vida. – es más de medio día y tengo hambre, si hubiera sido yo quien llegara tarde ya hubieras cortado mi cabeza.

–Eres tan dramática, ya súbete y vámonos – giró los ojos y sacó la lengua como su típico método de berrinche – que madura eres, Villita.

Mientras conducía y llegábamos al lugar al que iríamos a desayunar le pedí que me diera un informe resumido sobre lo que había pasado el día anterior en la empresa.

En términos generales ocurrió un error en el sistema que hizo que todos los servicios se vieran afectados, para nuestra buena suerte el cliente lo entendió y no hubo algo más que solo arreglar ese pequeño detalle que nos costó algunos miles de dólares.

Siempre Tuya, Siempre Mía | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora