- Capítulo 27 -

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Sentí como mi cuerpo se paralizó, sentí un torbellino en mi estómago, sentí un escalofrío recorrer mi ser.

Levanté mi cabeza para mirarla a los ojos, su pregunta había sonado con curiosidad, no se notaba para nada alterada o que estuviera reclamándome algo, simplemente se veía que estaba indagando.

–¿Qué? – eso fue lo único que pudo salir de mi boca, no pude articular ni decir algo más.

–Es que Tania, la chica de recursos humanos me dijo que hablara con una tal Daniela Abisambra porque ella es la encargada de logística, o que en todo caso hablara con Camila porque ella es su secretaria, creí que Cami trabajaba con Lucía, – hizo una pausa como recordando algo – también me dijo que te preguntara a ti porque tú la conoces mucho mejor – dejé de escuchar lo que estaba diciéndome, mi cerebro se apagó en cuanto relacionó a Abi conmigo.

Me disculpé con ella y metí al baño, cómo si eso me fuera a ayudar a alejarme de la realidad, mi estúpida realidad, quería que todo se detuviera o se apagara por un momento.

Recargué mi cuerpo sobre la puerta y me deslicé hasta tocar el piso, tomé mi rostro con mis manos y me cubrí con ellas, al parecer había llegado el momento que tanto había intentado postergar.

Calle necesitaba la verdad y yo tengo que afrontar mis consecuencias.

Me tomé unos minutos más pensando en lo próximo que iba a ocurrir, dejé de darle vueltas al asunto, me levanté, me paré frente al espejo y fue en ese instante en que me di cuenta que había llorado, mis lágrimas habían salido sin que yo pudiera notarlo.

Traté de arreglar un poco mi aspecto, me eché agua fría en la cara, saqué todo el aire acumulado en mis pulmones para salir y de una vez por todas decirle todo a Daniela.

Era la hora de hablar con la verdad.

Cerré mis ojos con todas mis fuerzas al mismo tiempo que apretaba mis puños ocasionando que mis uñas se enterraran en mi propia piel.

Tomé la perilla de la puerta y salí.

Me sorprendí al no encontrar a Calle en el mismo lugar, no estaba dentro de la habitación, caminé para salir y dirigirme al pasillo, tampoco estaba, supuse que la encontraría en la cocina porque las cosas que ocupamos para comer ya no estaban dentro de su recámara.

Le hablé mientras caminaba pero no hubo respuesta, la busqué por todos los espacios de su departamento y no había rastro de ella.

No fue hasta que recordé que un día me dijo que la parte que más le gustaba de su penthouse era el balcón secreto con el que contaba.

Subí otra vez por las escaleras, llegué a una puerta de cristal cubierta por unas persianas y ahí fue cuando la vi.

Estaba de espaldas a mí, tenía sus codos sobre la barrera que cubre todo el alrededor de la terraza, el muro llegaba a la altura de su estómago, así que estaba perfectamente cómoda.

–Me encontraste – dijo cuando me pare a su lado.

–Siempre, de alguna forma siempre voy a llegar a ti, aun así quieras escapar, aun así no me quieras contigo. Ahora entiendo cuando me dijiste que sentías que nos conocíamos de toda la vida, ahora lo puedo sentir. – acarició mi mejilla y dejó un beso en la comisura de mi boca.

–Solo quería salir y traerte aquí, pensé que necesitabas aire – suponía que lo decía por la forma en que actué y salí prácticamente corriendo.

–Quizás tengas razón.

Nos quedamos en silencio unos minutos solo disfrutando la brisa fría y mirando a la gente pasar por las calles, los autos, la velocidad en que todo el mundo se movía.

Siempre Tuya, Siempre Mía | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora