- Capítulo 37 -

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Ignorando sus palabras pasé por un lado para salir y volver a mi lugar en la mesa con Fernanda, continúe sujetando mi mano ya que la sangre no cesaba, caminé unos pasos para dirigirme a la puerta cuando Calle tomó cuidadosamente mi hombro para hacerme detener.

–¿Puedes mirarme por lo menos? – Su voz sonaba con suavidad, giré lentamente para quedar frente a ella – déjame ver tu mano, por favor – sin contestarle nada tomó mi mano entre las suyas con sumo cuidado y dio un vistazo para hacer una mueca de dolor. – No se ve nada bien. Yo puedo llevarte a que te revisen, tal vez necesites puntos, se ve que es profunda la herida.

–Estoy bien – dije tratando de retirar mi mano de las suyas.

–¿Por qué eres tan necia?, se ve mal, Poché. Deja que te revise un médico – propuso con un poco de pesadez.

–Ya no me duele tanto, me tengo que ir.

Intenté nuevamente alejarme de ella para poder retirarme de ahí, pero fracasé al ella obstruirme el paso.

Me sentía dolida, sentía una opresión en el pecho difícil de explicar, ver a Laura besar a Calle había hecho que una serie de sentimientos negativos se desataran dentro de mí.

Después de lo que hablamos y lo que pasó cuando cambió a Andy el lugar para ir conmigo y pasar la tarde juntas aunque fuera por trabajo, sentí que habíamos avanzado unos pasos, que tal vez, solo tal vez las cosas podían comenzar a mejorar. Pero eso se vio desvanecido al ver la realidad.

Creí que cuando ella dijo que estaba enamorada de mí y que me amaba sería una buena oportunidad de volver a comenzar, ciertamente no esperaba que las cosas mejoraran de la noche a la mañana, sería un proceso largo que estaba dispuesta a afrontar, pero el hecho de ahora verla con otra persona me decía que lo que pensé que habíamos avanzado en realidad se había derrumbado.

–Poché – me habló tiernamente tomando mi mentón con sus dedos para hacerme mirarla a la cara – déjame explicarte lo que viste, que sepas que entre Laura y yo... – La interrumpí de inmediato.

–No tienes nada que explicarme Calle. Es tu vida.

–No, no tengo qué, pero quiero hacerlo, quiero que sepas que lo que viste no significa nada, ella me tomó por sorpresa totalmente. Ahora suena como si estuviera inventando excusas, pero de verdad que entre Laura y yo no hay nada – la detuve nuevamente.

–De verdad no tienes que aclararme nada, tú puedes hacer lo que quieras con quien quieras, a final de cuentas tú y yo no somos nada, no me debes ninguna explicación.

–¿Ya olvidaste lo que te dije en mi departamento? – dijo con tristeza en su voz.

–No, no es algo que pueda olvidar, pero por lo visto tú sí – no quería reclamarle algo que no debía, no tenía ese derecho, pero los celos me invadieron que era imposible calmarme.

–Por dios, te estás comportando tan inmadura, te dije que estoy enamorada de ti, que te amo – sujetó mis mejillas con ambas manos.

–No digas que me amas a menos que de verdad lo hagas. – Puse mis manos sobre las de ella aun en mis mejillas para bajarlas lentamente – Un día dices que estás enamorada de mí, después actúas como si todo estuviera bien entre las dos y ahora te veo besando a Laura, no sé cuál es la finalidad de todo esto. – Sentí mi pecho contraerse ante las emociones que estaba sintiendo – Quizá deberíamos apartarnos.

–¿Qué se supone que significa eso?

En ese momento se escuchó la puerta abrirse detrás de mí, me solté del agarre de Daniela para ver a la persona que había entrado.

Siempre Tuya, Siempre Mía | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora