- Capítulo 39 -

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¿Alguna vez has sentido esa sensación tan increíble de ser libre?

¿O esa sensación de paz tan satisfactoria de que al fin sueltas algo que te ha hecho mucho daño?

Bueno, es justo lo que estaba sintiendo es este preciso momento.

Después de meses llenos de dolencia donde mi vida se mostró como una montaña rusa, hoy por fin me liberaba de esa trágica situación a la que me sometí sin ninguna voluntad.

Ya estaba hecho, habíamos firmado la disolución de matrimonio.

No voy a negar que no me dolió en su momento, no negaré que realmente la pasé mal al inicio con todo lo que sucedió, una traición de alguien de quien significó tanto obviamente va a doler y esta no fue la excepción, ahora, hasta este punto exacto de mi vida podría decir con total seguridad que el pasado se queda en eso, en pasado. A la buena o a la mala tuve que aprender a soltar y a no aferrarme al rencor que llegué a sentir, al principio siempre es difícil pero está en uno mismo en que tanto permitimos que nos afecte, y también está en nosotros el tomar de eso un aprendizaje, de alguna manera la vida se trata de eso, de cometer errores, de saberlo manejar y de seguir adelante.

Y estaba dispuesta 100% a seguir con mi vida, darle la vuelta a la página, poner punto y aparte y comenzar a escribir una nueva parte de mi propia historia. Y estaba completamente segura de las personas que quería que formaran parte de esta.

Con un sentimiento de liberación, solté un suspiro y caminé por el estacionamiento hasta encontrar mi carro. Solo había algo que necesitaba hacer en ese instante, y eso era pasar tiempo conmigo misma.

A pesar de que Fernanda insistió en invitarme a algún lugar para cenar tuve que negarme agradeciendo sus intenciones, tampoco quería que ella se sintiera confusa sobre algo que podría pasar entre las dos, porque eso claramente no sucedería, no voy a negar que es hermosa y que su sentido del humor es una de mis cosas favoritas de ella, pero había un problema, yo solo la veía como una amiga. No puedo obligarme a sentir algo que definitivamente no ocurrirá. Y no puedo, ni debo hacerla sentir con alguna esperanza. Así que lo mejor por el momento era mantener una distancia prudente.

–María José – Estaba a punto de montarme en mi auto cuando escuché que alguien dijo mi nombre. Reconocí su voz al instante. – ¿Me regalas un minuto? – acepté sin ningún problema, y volví a cerrar la puerta del carro para mirar de frente a Abi. – Ya te había dicho esto, pero jamás será suficiente. Lamento todo lo que pasó, lamento haberte hecho tanto daño.

En un segundo una serie de recuerdos atravesaron mi mente, recuerdos de todo tipo, recuerdos que probablemente se quedarán en el olvido.

Sonreí sinceramente y la miré directamente a los ojos.

–Te perdono, elijo perdonarte y elijo perdonarme. Y tú también deberías hacerlo. Las dos cometimos muchos errores, las cosas no funcionaron, pero creo que al final tomamos una buena decisión. – Asintió con un leve movimiento de cabeza y pude ver que sus ojos se volvían cristalinos – No podemos tener una despedida trágica porque compartimos una empresa y aún tenemos una plática pendiente sobre lo que me comentaste hace un par de días.

Hablamos unos segundos más en los que me dijo que viajaría a Nueva York con su familia, sin ningún problema acepté su petición y simplemente nos despedimos de la manera más cordial pero sin ningún tipo de contacto físico. Era lo mejor.

Me subí a mi carro y emprendí mi camino hacía mi estudio.

Las horas en mi estudio siempre me parecían fascinantes, es como si en ese lugar el tiempo no pasara, o en realidad así lo percibía porque me perdía tanto en mi mundo que el tiempo se convertía en nada cuando disfrutaba de algo que me hacía tan feliz.

Siempre Tuya, Siempre Mía | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora