- Capítulo 28 -

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Jamás me imaginé que Abisambra fuera tan descarada de llegar así a mi casa y por si fuera poco no se encontraba sola, dos personas más la acompañaban, me quedé quieta y en silencio, no supe que hacer o cómo reaccionar, la verdad es que no me hacia para nada feliz la presencia de todos ellos en medio de mi sala.

Igual ya no había mucho por hacer más que fingir una sonrisa y tratar de disimular mi fastidio al ver la emoción despampanante que me dio Daniela como si entre las dos todo estuviera de lo más normal. Sus papás solo se dedicaron a observar mis movimientos, lo que menos quería era armar un lio más grande, pero tampoco estaba dispuesta a que simplemente se apareciera como si nada.

Las últimas horas no habían sido las mejores para mí, bueno, en realidad los días posteriores a lo sucedido con Calle habían sido un total tormento, intenté acercarme y terminar esa plática inconclusa, pues aun no le decía todos mis motivos del porqué hice las cosas así, pero ella ni siquiera me miraba.

No tenía excusas, eso lo sabía bien, la había cagado terriblemente con ella, pero al menos quería contarle el trasfondo de todo ese caos. Pero simplemente no pude tras sus multiples negaciones y no tuve de otra más que dejarla en paz, al menos hasta que las cosas se calmaran un poco.

Ahora lo único que quería era llegar a casa, descansar y despejar un poco mi mente, pero al ver las visitas tan inesperadas esa idea se fue al caño.

–Majo, cariño, ¿cómo estás, mi niña? – la primera en acercarse a mí fue su mamá, una señora con un parecido muy similar a sus demás hijas, sobre todo a Daniela. Me apretó en un fuerte abrazo y me dio un beso en la mejilla.

No hice más que observar a Abi, yo no entendía nada de lo que estaba pasando, aunque no es tampoco muy difícil de adivinar, por supuesto de no les había contado nada a sus papás sobre lo que me había hecho.

–Déjala respirar, mujer – ahora fue su padre quien me tomó en un abrazo – ¿cómo estás, Majo?, nos has tenido muy abandonados, ya deberías darte un tiempo lejos de tu trabajo, solo te está consumiendo.

–Estoy bien, gracias. No es por sonar grosera pero, ¿qué hacen aquí?, usted debería estar descansando – me dirigí al papá de Abi – no tuvo que haber viajado en sus condiciones de salud.

–Fue lo que le dijimos, pero ya sabes como es este hombre, insistió tanto que no pudimos hacer otra cosa más que complacerlo – esta vez habló su esposa, Daniela solo mantenía la mirada baja, a pesar de su inesperado saludo cuando entré no se había acercado a mí.

–Me imagino, pues se quedan en su casa, descansen, yo tengo que alistar mis cosas porque mañana muy temprano salgo a un viaje de negocios – entre negaciones por parte de ellos para que no viajara me logre zafar, no quería que siguieran diciéndome que hacer. – Daniela, ¿vienes conmigo un momento, por favor? – con la poca energía que me quedaba necesitaba dejar unas cuantas cosas claras con ella.

Salimos del apartamento para que sus papás no pudieran escucharnos discutir.

–¿Me puedes decir que mierda estás haciendo aquí? – y por primera vez me miró directamente a los ojos.

–Hola para ti también – dijo con sarcasmo y una sonrisa torcida.

–No estoy para tus jueguitos, Abisambra. No tengo el tiempo, ni paciencia, ni la energía para esto, así que habla, ¿por qué te apareces así como si nada?

–Primero necesito que te calmes. Entiendo que estés molesta, créeme, yo tampoco quería que esto pasara, pero ya los escuchaste, mi papá insistió tanto en venir a hablar contigo y no hubo mucho que pudiéramos hacer para negarnos.

Siempre Tuya, Siempre Mía | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora