- Capítulo 33 -

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Después de ese beso ella solo se alejó retrocediendo unos cuantos pasos, me soltó para mirarme directamente a los ojos y esbozar una sonrisa fingida.

Yo me quedé en silencio, no habían palabras suficientes que describieran su mirada, era una mezcla de rencor, ira, y hasta podría decir que venganza.

–Ahora puedes regresar a la cama con tu esposa – mencionó de pronto tomándome totalmente desprevenida al escuchar esas palabras.

–¿De qué hablas? – la confusión en mí se hizo notable.

–Solo quería comprobar que tan fácil eres de meterte con otras personas estando casada – ahora entendía el porqué de su repentina visita. – Y ya lo confirmé.

–Exactamente ese es tu problema, que solo estás suponiendo cosas sin ni siquiera darme el beneficio de la duda, no me quieres escuchar, solo crees saber todo y me atacas por cualquier cosa con toda la intención de hacerme daño. – Hablé con tanta seguridad y fuerza en mis palabras que vi como ella se iba doblegando, dio dos pasos hacia atrás y cruzó los brazos sobre su pecho.

–¿Para qué quiero escucharte?, ¿qué vas a decirme?, estoy completamente segura que todo lo que saldrá de tu boca serán excusas y más mentiras – la intensidad en su voz se hizo notar con rapidez – solo quería jugar un poco contigo como tú lo hiciste conmigo. Quería darte una prueba de tu propia medicina.

Comencé a sentir que un nudo en mi garganta comenzaba a formarse, la miré a los ojos para que se diera cuenta de lo que me estaba provocando. Ella solo sonrió con superioridad, esa maldita sonrisa otra vez.

Iba a decirle, juro que iba a contarle lo que pasaba con Abisambra, pero luego de escuchar y saber en qué concepto me tiene decidí que no, que ya no haría algo por intentar aclarar las cosas.

Me dolió mucho saber todo lo que supone y lo que me juzga sin saber la verdad, ¿qué más daba si le contaba o no?, ella creía y se sentía con el derecho de condenarme por un error que tuve al no ser completamente sincera desde el inicio, no me quedaba de otra más que hacerme responsable de eso y ya terminar con todo ese jueguito de una vez por todas.

–Tienes razón, y ahora si me lo permites tengo que regresar a mi cama – sin esperar una contestación por parte de ella me di la vuelta para caminar hacia el ascensor.

Una vez entrando a esa caja de metal coloqué mi espalda sobre una de las paredes y miré hacia el techo intentando contener todo lo que sentía.

Entré a mi dormitorio, me recosté encima de las sabanas y el edredón, una vez más comencé a llorar, esta vez me di la oportunidad de no sentirme culpable de todo y solo dejar fluir mis sentimientos.

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La alarma sonó, la apagué de inmediato, no había dormido nada en todo lo que restó de la noche, mi mente estaba a una revolución realmente impactante.

De verdad sentía que en cualquier momento explotaría. No supe en que momento mis lágrimas dejaron de caer sobre mis mejillas, no supe en qué momento dieron las 7 a.m., me levanté por puro impulso a tomar un baño.

Sabía que debía continuar con mi día, que tenía que seguir, me repetía una y otra vez que el dolor solo era pasajero, que en algún punto todo se desvanecería, era eso, o la que terminaría por desvanecerse sería yo misma.

Sin energía emprendí mi camino a la empresa, pensé por un segundo en no presentarme y que mi equipo de trabajo se hicieran cargo de todo, pero esa sería la idea más estúpida, necesitaba mantenerme ocupada, y si eso lo haría en mi oficina entonces me presentaría y actuaría como si nada pasara conmigo. Como si todo estuviera perfecto y mi vida fuera tan perfecta como lo era hace algún tiempo.

Siempre Tuya, Siempre Mía | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora