- Capítulo 42 -

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Los rayos de sol se comenzaban a colar por el ventanal de mi nueva habitación temporal. Abrí lentamente los ojos porque la luz comenzaba a lastimarme. Giré un poco el cuerpo para quedar de lado, y entonces todos los recuerdos de esa noche llegaron a mi mente. Una enorme sonrisa apareció en mi rostro al ver a Calle a mi lado, con su cuerpo boca abajo, con su cabello castaño alborotado por toda la almohada y con el edredón cubriéndole la mitad de la espalda.

Sin intenciones de despertarla dejé un suave beso sobre su hombro y la volví a cubrir totalmente para que siguiera durmiendo. Me levanté de la cama y fui directo a la ducha.

El agua caliente comenzó a invadir mi cuerpo y con ello un aura de relajación se apoderó de mí. La sensación de felicidad que estaba experimentando solo por el simple hecho de saber que las cosas con Daniela ahora estaban mejor, me hacía sentir plena.

A pesar de saber que soy un terrible desastre en la cocina quise preparar algo no tan complicado para ambas, nada malo podría pasar por hacer unos simples pancakes, ¿no?

Busqué cada uno de los ingredientes, agradecí internamente por haber ido de compras con Lucía y por lo menos tener algo decente en mi alacena en la que básicamente había solo frituras y alcohol.

Después de retirar el tercer pancake quemado quería rendirme y mejor llamar por un domicilio, este sería mi último intento. Vertí nuevamente la mezcla en la sartén, estaba tan concentrada en que este si quedara perfecto que no escuché cuando Daniela entró a la cocina, sino hasta que sentí por la espalda que sus manos se posaron en mi cintura y su mentón en mi hombro.

Su aliento se coló por mi oreja, sensación que me hizo soltar una pequeña risa y remover un poco el cuello por el cosquilleo que me provocó.

―Buenos días ―me abrazó aún más fuerte, cerré los ojos y una sonrisa inevitable se formó en mi rostro. Me volteó para quedar de frente a ella, tenía el cabello húmedo, y noté el atuendo que llevaba puesto, pues me encantaba que tomara mi ropa para ponérsela. Le vi los ojitos un poco rojos aún por el baño y una preciosa sonrisa que me indujo a querer atraparla con mi boca. Pero no fue necesario, ya que fue ella quien tomó la iniciativa de acercarse y atrapar mis labios entre los suyos en un beso suave, lento y profundo. Obviamente, sin ninguna intención de apartarme me dejé guiar por sus besos hasta que nos separamos lentamente.

―Buenos días ―respondí totalmente embobada. Estaba a punto de volver a besarla cuando hizo un gesto con la nariz tratando de reconocer un olor ―¿Qué?

―Como que huele a ―volvió a hacer ese gesto con la nariz ―algo quemado, ¿no?

―¡Mi pancake! ―quité la sartén del fuego para que no siguiera quemándose, lo puse en el lava platos y le eché agua fría, lo que provocó que todo se convirtiera en un completo desastre ―No, no, no ―Calle comenzó a reírse a carcajadas ―Esto es tu culpa ―dije apuntándola con la espátula.

―¿Por qué es mi culpa? ―no paraba de reírse de mí. Sacó su celular del bolsillo para mostrármelo ―Mejor pido un domicilio.

―No, yo quiero hacerlo ―mencioné con un puchero, a lo que ella simplemente aceptó sin parar de reír ―Aún tenemos cinco huevos, mira ―Al momento de levantar el cartoncillo con huevos, mi torpeza se hizo presente al resbalarse de mis manos y caer al piso.

―Jajajaja ―Obviamente las carcajadas de Calle se hicieron más intensas al ver mi terrible desastre. Definitivamente la cocina y yo no éramos las mejores amigas. ―¿Fruta, pancakes y claras? ―preguntó con el celular en la mano y limpiándose unas cuantas lágrimas a causa de su intensa risa, a lo que simplemente asentí.

Siempre Tuya, Siempre Mía | CachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora