Capítulo 10

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Los días van pasando, uno tras otro y todos son iguales.

Voy al instituto como un autómata. Intento concentrarme en estudiar, en mantener la mente ocupada para no pensar en ella, pero es imposible cuando paso por su habitación vacía.

Salgo por las tardes a hacer deporte con Samir y con sus amigos. Tengo que cansarme si quiero dormir algo por las noches pues las pesadillas que con Andrea habían desaparecido, ahora han vuelto con más fuerza.

Llego al instituto y veo que hay varias personas que me miran y murmuran algo. Avanzo por el pasillo y casi todo el mundo se gira al verme entrar. No hago nada, continúo andando hasta mi clase con la cabeza agachada como si no me diese cuenta.

Me siento en mi pupitre y una chica se me acerca mientras los demás miran expectantes.

- ¿Qué? – pregunto esperando que diga algo.

- Alguien ha encontrado algo sobre ti y, bueno, queremos saber si es verdad- dice sin mirarme a la cara.

- ¿Algo sobre mí? – pregunto confundido.

- Sí, sobre lo que te ocurrió.

No sé por qué les importa lo que me ocurrió y mucho menos lo que han podido encontrar.

La chica no dice nada más, pero me deja sobre la mesa un recorte de periódico, más bien la fotocopia de un recorte. Miro la fecha. Recuerdo ese día.

Cojo el papel con cuidado y empiezo a leer:

"En la madrugada de ayer, la policía, tras el aviso de varios vecinos, descubrió un supuesto crimen de violencia de género. Se cree que P.A.R, de treinta y cinco años de edad, asesinó a puñaladas a su mujer V.M.H, de treinta y dos años, y a sus hijos de ocho y seis suicidándose después. El niño, de ocho años, sobrevivió a la agresión y se encuentra ingresado en estado muy grave. Los médicos temen por su vida y ha sido operado para tratar las lesiones de arma blanca infligidas por su padre. Los vecinos afirman que era habitual escuchar discusiones y gritos en la vivienda y que sospechaban que P.A.R. maltrataba a la mujer y a los niños. Recientemente V.M.H, había abandonado con los niños el domicilio familiar..."

La noticia continuaba con las declaraciones de algún vecino.

- Eres tú, ¿verdad? ¿es lo que te ocurrió? – Insiste.

Todo lo ocurrido esa noche vuelve de nuevo a mi memoria. Puedo ver la sangre, siento el dolor y puedo ver de nuevo los ojos sin vida mi madre y siento a Alicia sobre mí.

No puedo hablar, no puedo responder nada, no quiero estar aquí, no soporto que me miren.

Cojo el papel, la mochila y salgo de la clase. Por el pasillo me cruzo con el profesor que me reprende por marcharme, pero me da lo mismo, todo me da lo mismo.

Salgo del instituto y camino hasta el árbol de Andrea. Solo quiero gritar, llorar o golpear a alguien. Al final, golpeo el tronco del árbol hasta que me sangran las manos y caigo rendido llorando sin control.

Creo que estoy dejando salir todas las lágrimas que he retenido durante más de ocho años. He perdido el control completamente.

No puedo respirar, me estoy ahogando. Intento relajarme y pensar. Me siento en el suelo y me quedo allí simplemente respirando.

No sé cuánto tiempo ha pasado, pero el sol está bastante bajo ya. Me pongo en pie y comienzo a caminar sin rumbo hasta que me doy cuenta de que estoy frente al internado.

Llamo al timbre y pido hablar con el Padre José, que viene a buscarme a la puerta. Me mira y se detiene en mis manos.

- Ven, pasa, vamos a curar eso- me pasa el brazo por los hombros y me dejo llevar hasta la enfermería donde la enfermera de siempre me cura las manos.

Reescribiendo el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora