CAPÍTULO 14

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Bajo del tren a las nueve de la noche y veo cómo los otros pasajeros son recibidos en la estación.

A mí no me espera nadie. Comienzo a caminar hacia el piso anticipando el recibimiento que me espera y estoy tentado de ir a refugiarme al internado y esperar que el Padre José amortigüe un poco el castigo que me espera, sin embargo, voy directamente al piso, no quiero involucrar al Padre José otra vez en mis errores. Tengo que enfrentarme a esto yo solo así recordaré que ir a buscar a Andrea fue un error igual que pensar que alguien podía quererme de alguna manera.

Apenas he metido la llave en la cerradura, la puerta se abre de golpe y me encuentro con Paula que empieza a gritarme cosas sin sentido, aunque el mensaje básicamente se reduce a que me odia, que van a castigarme de por vida y que estaban tan preocupados que estaban a punto de llamar a la policía. Me alivia que no lo hayan hecho, la amenaza del centro de menores es bastante real después de mis últimas expulsiones del instituto.

Sin dejar de gritarme, utiliza su teléfono para hacer tres llamadas seguidas, casi sin respirar, avisando a todo el mundo de que ya he aparecido. Intuyo que uno de ellos es el Padre José.

- Siéntate ahí – señala el sofá y Samir, Julia y Patricia desaparecen en sus habitaciones, esta última me dedica una sonrisita de satisfacción. Sin duda está más que feliz al ver que la he cagado por mis propios medios sin necesidad de que ella tenga que hacer nada.

Dejo la mochila en el suelo y me siento en el sofá casi sin tocar el asiento. No pienso mentir. Diré la verdad y me enfrentaré a las consecuencias, sean las que sean.

- Empieza a explicarte y dime dónde has estado.

- Fui a ver a Andrea.

- ¿Andrea? ¿qué Andrea? – respondo con un gesto simplemente- ¿no está con su madre en Valladolid? – asiento con la cabeza- ¿Te fuiste a Valladolid? ¿Cómo?

- En tren.

- En tren- repite casi sin creerme- ¿te fuiste a Valladolid en tren?

- Sí, eso he dicho.

- ¿Por qué?

- Necesitaba verla y saber que estaba bien.

- Estabais juntos, ¿verdad? – Creo que los dos sabíamos que sospechaban algo, por mucho que intentásemos esconderlo.

- Algo así. Ella, bueno, éramos amigos.

- Y, ¿por qué has vuelto?

- Ella ha cambiado. No tenía que haber ido a buscarla. Fue un error- reconozco sin bajar la cabeza.

- Sabes que esto va a tener consecuencias, ¿verdad? – asiento sin decir nada- y lo sabías cuándo te fuiste y aun así, te escapaste y no es la primera vez.

- Lo sé y aceptaré el castigo.

- El problema es que siempre aceptas el castigo y después continúas peleándote en el instituto y escapándote.

No puedo llevarle la contraria y decido quedarme callado. Ella tiene razón. Los castigos no funcionan conmigo porque no me importa estar encerrado en el piso sin salir, al fin y al cabo, pasé ocho años en un internado.

- Sigues castigado sin salir por lo que ocurrió con Patricia, pero mañana nos reuniremos con tu asistente social para ver qué medidas tomamos contigo, pero tengo que advertirte que no se quedará en castigarte sin salir.

Veo a Julia asomada en la puerta de su habitación preparada para preguntarme por Andrea, pero yo evito su mirada y entro en mi dormitorio.

Estoy tan cansado que me quedo dormido al instante y ni siquiera tengo pesadillas antes de que venga Paula a despertarme preocupada. Yo siempre me despierto el primero y nunca necesito despertador.

Reescribiendo el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora