CAPÍTULO 31

20 4 0
                                    

Comienzo una nueva rutina en la que todavía veo menos a Nicky. Mis horarios y los suyos hacen que ya no coincidamos ni a la hora de la cena.

Salgo temprano por la mañana y toco un poco antes de ir al restaurante, al salir, vuelvo a la parada de metro hasta el turno de la noche y, cuando llego a casa de Nicky, es tarde y ella suele estar dormida.

Alguna tarde, pasa por el metro y se queda un rato escuchándome, después siempre me deja alguna moneda, según ella, para animar a que los demás hagan lo mismo pues tiene la teoría de que el ser humano actúa por imitación en esos casos. Realmente no sé si es cierto, pero sí que es verdad que, normalmente, después de acercarse ella, lo hacen también dos o tres personas más.

Ya no me despierto al amanecer, normalmente estoy demasiado cansado y Nicky se va antes de que me levante.

Hoy llega Jason y, aunque Nicky me ha dicho que no tengo que marcharme de su casa, yo no quiero molestar, así que evito ir todo lo que puedo.

Necesito pasar por casa a dejar recoger una mochila con algo de ropa antes de ir al restaurante, así que me limito a abrir la puerta, ir directo a la habitación, coger la mochila y salir. Sé que ya ha llegado y deben de estar en casa, pero no los he visto, tan sólo he visto sus chaquetas en el perchero.

Ya estamos casi en noviembre y hace frío por las noches, no quiero dormir en la calle de nuevo, así que, paso por el hostal y reservo una cama. La recepcionista me mira sorprendida al reconocerme con un aspecto diferente, pero no pregunta nada, me da la llave de mi armario, como hace habitualmente y coge mis monedas.

El ambiente entre los compañeros del restaurante es distendido, como si todos fuesen una familia. Por lo que cuentan, no soy la única obra social de Marco, cada uno tiene su historia. Toni salió de Rumanía con su madre y vivieron en Italia antes de que ella enfermase y muriese. Él se quedó sin nada y terminó pidiendo trabajo como cocinero. Carmen, se divorció de su marido y tiene que mantener ella sola a sus tres hijos porque él no le pasa la pensión.

Mayte y Óscar, son una pareja joven y parece que no tienen demasiados problemas más que llegar a fin de mes y pagar sus facturas.

Creo que, como cada uno tiene sus circunstancias, nadie ha preguntado por las mías.

- Creo que harías buena pareja con mi hija, un chico como tú, debería tener novia- Bromea Carmen durante la comida.

- Ni siquiera sabes si tiene novia, a lo mejor ya la tiene. ¿Tienes? – Mayte me mira a los ojos y yo niego con la cabeza.

- ¿Ves? Pues ya está, te presentaré a mi hija- sentencia Carmen.

- Tampoco es que esté buscando novia- digo al fin evitando sonrojarme.

- ¿Estás rechazando a mi hija? – bromea Carmen.

- No, claro que no, pero te aseguro que no soy lo que quieres para tu hija- No he pensado lo que decía. Todos se quedan callados mirando hacia su plato evitando mi mirada. No sé qué decir para restar tensión a este momento- Creo que todos sabéis que estaba en la calle, así que tampoco hace falta que os lo esconda, ¿no?

- Afortunadamente, ya no es así, ¿verdad? – Marco está sentado a mi lado y pone la mano sobre mi hombro, yo asiento.

- Y sigues siendo un chico guapo, te la presentaré igualmente, siempre puedo hacerte un hueco en mi sofá- Carmen es la que termina de normalizar la situación.

Este es el único sitio en el que no me importa que vean las cicatrices de los brazos, ellos no saben que hay más y que las peores son las que no se ven, las que llevo en el alma.

Reescribiendo el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora