CAPÍTULO 23

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Voy a la biblioteca de la universidad y busco en un ordenador alojamientos temporales. Afortunadamente es una ciudad bastante turística y encuentro un hostal en el que puedo tener una habitación compartida por ocho euros la noche.

Reservo una semana, espero que sea tiempo suficiente para encontrar un trabajo y poder pagar algo mejor.

Es una habitación de diez personas con literas. El chico del hostal me indica mi cama y me entrega la llave de un armario en el que puedo dejar mis cosas. Dentro del armario hay una pequeña nevera. Me enseña el baño compartido en el pasillo, las duchas y una pequeña salita con un microondas.

Necesito una ducha para quitarme el olor de la prisión, cambiarme de ropa e ir a comprar algo de comida.

Estamos a mediados de diciembre y ya hace frío en la calle. Saco mi chaqueta del armario y salgo a la calle.

Compro mirando bien los precios, no puedo gastar demasiado si quiero que el poco dinero que me queda ahorrado dure lo suficiente para que me dé tiempo a buscar un trabajo.

Al día siguiente, después de otra noche en la que apenas he podido dormir, salgo del hostal y voy hasta la universidad para descubrir que no estoy en los listados de estudiantes.

- Has faltado durante un mes completo, ve a administración para arreglarlo- me indica el profesor sin dejarme entrar en clase.

Me dirijo a secretaría y espero mi turno hasta que me llaman.

- Sí, ya veo el problema – dice la administrativa mirando la pantalla de su ordenador con gesto triunfal- Se te ha denegado la beca y no se ha realizado el pago.

- ¿Cómo que se ha denegado la beca? – Me cuesta creerlo, soy una de esas personas para las que están destinadas las becas- ¿Sabe por qué?

- Vamos a ver si consigo verlo. Seguramente te enviarían un correo electrónico- Si ha sido así no me extraña no haberlo recibido. No tengo mi teléfono desde hace un mes- Sí, aquí está, no confirmaste la aceptación.

- ¿Puedo solucionarlo?

- Supongo que podrás hacer una reclamación y ver si la atienden, pero mientras tanto, para ser admitido de nuevo, debes pagar la matrícula.

- Pero, yo no tengo ese dinero ahora mismo. ¿Puedo pedir algún tipo de aplazamiento o pagarlo a plazos? - he visto el importe y suma más de seiscientos euros.

- El tiempo para solicitar el pago a plazos finalizó hace diez días- niega con la cabeza. Necesito pensar una solución rápido, no quiero perder otro año.

- ¿Hasta cuándo tengo de plazo para pagar?

- Hasta la semana pasada, pero si hay un motivo justificado, puedes hablar con este señor y podría hacer una excepción.

Me entrega una tarjeta y me levanto del escritorio para ir a hablar con la persona que me indica, que es un vicedecano de la facultad.

Afortunadamente lo encuentro en su despacho y me atiende. Le explico la situación.

- ¿Puedes justificar tu ausencia de las clases durante un mes? – asiento con la cabeza rogando que no me pregunte el motivo- y ¿por el que no has respondido el correo? – se queda esperando que dé una respuesta.

- Pues, tuve un problema, fue un malentendido y está todo solucionado, pero fui a prisión – sus ojos se abren con incredulidad.

- ¿Un malentendido? – Creo que da lo mismo lo que diga a partir de este momento, ya sé que no tengo nada que hacer. Dejo caer mis brazos sobre mis piernas.

- Sí, me acusaron de algo que no hice. Me han dejado libre sin cargos, se equivocaron de persona.

- Mmm, ya veo. Pásate la semana que viene y veré si he podido conseguirte una moratoria para el pago- Interpreto su respuesta como un "ni por casualidad vas a seguir estudiando aquí".

- Gracias. De verdad que lo necesito. Quiero seguir estudiando.

Lo único que puedo hacer es conseguir el dinero por si acaso se da el caso de que este hombre me haya creído y decida darme la oportunidad de pagar la matrícula fuera de plazo.

Me quedan trescientos euros en la cuenta del banco y los necesito para vivir. Recuerdo el dinero que me guardó el Padre José cuando Patricia me lo robaba en el dormitorio. Creo que habría otros doscientos o trescientos euros, el problema es que no puedo ir a buscarlos y ni con eso tendría suficiente.

De camino al hostal voy preguntando en bares, restaurantes y tiendas por si necesitan algún empleado de cualquier tipo, pero la mayoría ni siquiera me dejan hablar con el dueño.

La habitación del hostal está vacía cuando llego. Me preparo un sándwich y salgo a la calle con la guitarra.

Camino hacia la playa y me siento en el paseo tocando para practicar sin molestar a nadie. Me sorprendo cuando una señora se acerca y deja una moneda sobre la funda de la guitarra. He estado concentrando en lo que estaba tocando y no me he dado cuenta de que hay como unas seis o siete personas mirando. Continúo tocando y poco a poco me van dejando varias monedas.

Al anochecer, recojo las monedas y las cuento. Hay seis euros con treinta, no es mucho, pero tampoco es una zona demasiado transitada en invierno a estas horas. Quizá esta sea mi única manera de conseguir el dinero que necesito, aunque, a este ritmo, podría tardar un año.

No puedo ir a clase hasta que no solucione mi problema con la matrícula así que decido ir hacia el centro de la ciudad, alguna vez he visto músicos callejeros y ahora, con las navidades tan cerca, es una de las zonas más concurridas.

Me quedo mirando a una pareja que tocan en una calle peatonal y miro que el recipiente que han dejado para las monedas está casi lleno.

Mientras espero, veo que se acerca un policía y les pide unos documentos, un permiso y ellos se lo entregan y continúan tocando. Me acerco corriendo al policía y le pregunto por ese permiso. Me explica que es necesario para tocar en la calle sin que te multen y me indica qué hacer para solicitarlo.

Sin otra cosa que hacer, voy a la dirección que me ha indicado el policía y relleno y entrego los formularios y me devuelven un cartón con mi nombre y un permiso de un año para tocar en la calle.

Quizá no sea el tipo de trabajo que estaba buscando, pero puede darme algo de dinero.

Esa misma tarde cojo la guitarra y busco un sitio en una de las calles transitadas y comienzo a tocar durante horas, hasta que las tiendas cierran.

No he recaudado una fortuna, pero no está mal así que repito el durante todas las vacaciones de Navidad, por la mañana y por la tarde, solamente paro para comer y descanso un poco por la tarde.

Al final de las vacaciones tengo suficiente para pagar la matrícula sin gastar todos mis ahorros, pero cuando llego a la universidad me dan la respuesta que ya me temía desde el primer día.

Estoy fuera de plazo y no me permiten pagar la matrícula.

- Me dijo que me conseguiría más plazo- estoy realmente enfadado.

- Te dije que lo intentaría, pero no ha sido posible.

- Sí, claro, estoy seguro de que lo ha intentado- el hombre se aparta de mí al verme tan enfadado. Me siento en la silla e intento relajarme.

- Creo que debes marcharte- me dice con tono distante.

Me levanto en silencio y salgo de allí con el único sueño que he tenido en mi vida roto. Sin un objetivo en la vida.

Reescribiendo el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora