Capítulo 57

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Por la mañana, Inés y yo nos cruzamos en la cocina y no me devuelve ni los buenos días.

Se marcha sin decir nada y no regresa en todo el día. Entiendo que está en casa de sus padres para celebrar su "Nochebuena en familia".

No viene a dormir y, por la mañana, decido ir al internado para la misa de Navidad y el Padre José me invita a quedarme a comer con ellos.

No puedo negarme, esto es lo que hice durante años, podría decirse que es mi costumbre de Navidad, solo que ya no me siento con los niños, sino con el Padre José y dos de los profesores que trabajan este día.

Los olores de la comida, la misma, año tras año, los sonidos y las voces de los niños, me devuelven al pasado, a unos días en los que pensé que era feliz o, al menos, menos infeliz que en otros momentos.

- ¿Estás bien? – Pregunta el Padre José en voz baja cuando me ve un poco ausente.

- Sí- respondo con una sonrisa- Estaba recordando- pone su mano en mi hombro.

- Deja de recordar y empieza a pensar en el futuro que te espera.

- Sabes que nunca podré dejar de recordar. Ojalá pudiera- Me sonríe y disimula que se está emocionando diciéndome que pruebe el pan.

No me gusta caminar por las calles en Navidad. No me gusta ver a todo el mundo de tienda en tienda imaginando que son felices. La iluminación y la decoración es excesiva y me parece un derroche que lo único que hace es que, los que no tienen tanta suerte, se sientan más desgraciados.

Aprovecho los días que estoy aquí para ver a Manu y a Alberto. Quedamos varios días y, el día de Año Nuevo, voy a desayunar con todos cuando terminan de trabajar.

Supongo que esto es lo que se siente al tener amigos. Salir a tomar café, quedar para hablar y pasarlo bien con ellos.

Inés no ha vuelto al piso en todas las vacaciones y ni siquiera me ha preguntado cuándo me marcho. Espero que no decida quedarse en su casa, me viene bien que pague una parte del alquiler y he de reconocer que me habría gustado que, a pesar de todo, estuviera por aquí algún día.

Tengo ya la maleta preparada para tomar el tren mañana a primera hora y estoy terminando de recoger la cocina después de comer cuando escucho la puerta y me asomo. Inés entra con su maleta.

- Hola- Saludo al verla. Es una situación incómoda y no sé cómo comportarme.

- Hola, pensaba que ya te habrías ido- Intenta parecer indiferente, pero adivino una sonrisa en su cara.

- Me voy mañana temprano. ¿Cómo han ido las vacaciones? – Me intereso.

- Bien. Rober te manda recuerdos- Pienso que sus dos afirmaciones son mentira. No parece que haya estado bien- ¿Cuándo vuelves?

- No lo sé seguro, a final de mes, no me han dicho el día.

- Bien, buscaré un sitio donde quedarme para entonces- Camino hasta ella y me quedo a un metro de distancia.

- No tienes que buscar otro sitio. Puedes quedarte aquí- No quiero que se marche y no quiero reconocerlo.

- Vine aquí para no estar en casa peleándome con Rober, para estar tranquila, no quiero estar peleándome contigo. Lo mejor es que me marche.

- No quiero que te marches- Ni siquiera he pensado antes de hablar, simplemente es lo primero que se me ha ocurrido. Se queda inmóvil y yo doy un paso más hacia delante- Lo siento, me comporté como un imbécil, tenías razón.

- ¿Por qué? – Suspiro antes de responder.

- Porque sigo estando tan traumatizado como el día que me conociste, pero no soy la misma persona. No puedo sentir que otras personas se acerquen a mí- Confieso bajando la mirada. Ella pone su mano en mi mejilla y yo respiro profundamente sin apartarme- Me asusta sentir cosas.

Reescribiendo el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora