CAPÍTULO 18

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Ha llegado de nuevo el verano y el momento de volver a matricularme en la universidad.

He estado pendiente de hacer todos los trámites necesarios y me llega un correo electrónico al móvil avisándome de la fecha para ir a formalizar la matrícula.

Quedan tres días, dos de ellos fin de semana y estoy dispuesto a encerrarme y no salir para nada de mi dormitorio para evitar que ocurra cualquier incidente que me impida matricularme.

Termino de trabajar y me encierro en mi dormitorio hasta el lunes.

Camino nervioso hasta la facultad, mis antecedentes me mantienen en alerta esperando que algo salga mal por eso cuando la administrativa de la facultad me da el resguardo con mi matrícula y me dice que está todo bien, me quedo con el papel en la mano esperando la segunda parte de la noticia hasta que me indica que abandone el mostrador para que pueda atender al siguiente.

Guardo la documentación con cuidado de que no se estropee en mi mochila y salgo corriendo para ir a trabajar. Javi me ha dado permiso para ir a matricularme, pero no me ha dado el día libre.

- Chicos, necesito hablar con vosotros- me dice Javi mientras recogemos para irnos a casa. los tres le miramos y nos quedamos esperando que hable- Me cuesta mucho deciros esto, pero sabéis que la empresa no va bien, cada vez tenemos menos clientes y hemos estado haciendo un esfuerzo para mantener vuestros puestos de trabajo, pero ya no podemos más, si continuamos así, no podremos pagaros a ninguno.

Los tres nos quedamos petrificados escuchando a Javi. Habíamos escuchado que había menos trabajo, pero no creíamos que fuera tan grave.

- De momento, hemos pensado que la solución es despedir a uno de vosotros- automáticamente mis compañeros me miran casi señalándome. He estado estos meses escuchándolos hablar de sus hijos, de sus familias y de sus problemas para pagar la hipoteca. Javi también me mira- Sergio, has sido el último en llegar, pero estamos muy contentos con tu trabajo. En septiembre empezarás la universidad y tendrás menos tiempo...

- Está bien. Yo no tengo una familia que mantener ni una hipoteca que pagar. Lo entiendo- Veo las miradas aliviadas de mis compañeros. Pienso en sus hijos y no me gustaría que tengan problemas. No quiero que terminen como yo.

- Te arreglaré todos los papeles para que puedas cobrar la prestación por desempleo y te haré una carta de recomendación y, bueno, te agradezco que no me pongas en el lugar de decidir.

Javi intenta mostrarse agradecido, pero yo creo que su decisión ya estaba tomada.

Quince días más tarde, entrego mis uniformes y recojo todos los papeles necesarios del despido.

Tengo dinero ahorrado y no creo que tenga problemas para mantenerme hasta que encuentre otro trabajo.

La búsqueda de empleo no es tan sencilla como pensaba para una persona de mi edad. En todos los sitios piden experiencia y yo no tengo más que los meses que he trabajado en la empresa de mudanzas. Todos los candidatos me superan. No he cerrado ninguna puerta, estoy dispuesto a trabajar de cualquier cosa, pero no estoy teniendo mucha suerte. En todas partes me dicen que las cosas no están bien y que no pueden formar de cero a alguien tan joven.

He sido un poco iluso pensando que mi suerte había cambiado estos meses de tranquilidad, pero siempre hay algo que viene a recordarme que no tengo permitido ser feliz. Supongo que es el pago por haber sobrevivido dos veces contra todo pronóstico.

La dueña del piso ha decidido irse a vivir al pueblo para ceder el piso a uno de sus hijos, así que nos ha avisado de que tenemos un mes para marcharnos.

Reescribiendo el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora