CAPÍTULO 21

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En un instante empieza a entrar gente en la sacristía. Primero la policía, después los sanitarios que corren a atender al Padre José.

Uno de los policías indica a uno de los sanitarios que me atienda.

- No, yo estoy bien, no es mi sangre – Realmente no estoy tan bien, no estoy herido, pero creo que estoy entrando en estado de shock o algo así. Estoy mareado y no puedo respirar, apenas puedo hablar.

No me hacen caso y el sanitario se acerca a mí tocándome la parte posterior de la cabeza con algo que escuece. Parece ser que tengo un corte fruto del golpe que me dejó inconsciente.

Veo cómo se llevan al Padre José y escucho las sirenas de la ambulancia mientras me suturan el corte de la cabeza.

- Tengo que ir con él, necesito saber que está bien – intento levantarme y salir de aquí.

El olor de la sangre me marea. El charco en el suelo, donde estaba el Padre José es un recuerdo demasiado vívido de lo desastrosa que es mi vida.

Al ponerme de pie veo a dos policías recogiendo mi mochila del suelo y sacando de dentro el contenido del sagrario.

- No puedes irte, eres el único testigo, tenemos que hacerte unas preguntas- el policía me indica que le siga.

Apenas soy consciente de lo que está pasando a mi alrededor. Voy tras el policía intentando no desmayarme.

- Para empezar, dime quién eres y qué estabas haciendo aquí- digo mi nombre y veo como apunta en una libreta.

- Yo, vivo aquí, solo temporalmente. El Padre José me dejó quedarme hasta que encuentre una habitación- asiente y me muestra mi llave de la capilla.

- ¿La reconoces?

- Sí, me la dio para que pudiera entrar cuando está cerrado- sigue anotando cosas.

- Esa mochila, ¿es tuya? – empiezo a atar cabos y siento que no debería decir nada, pero el policía está esperando una repuesta. Asiento con la cabeza.

- Me la han robado esta tarde, cuando venía hacia aquí.

- Muy oportuno- dice muy serio y sé que no me cree- tienes que acompañarnos a comisaría.

- ¿Qué? ¿por qué?

- Eres un testigo y tienes que hacer una declaración – no soy idiota y no creo que sea solo una declaración lo que quieren.

- Es lo que estoy haciendo, ¿no? tengo que ir al hospital, yo...

En ese momento entra una de las profesoras del internado, sé que es la subdirectora.

- Sergio, ¿qué ha pasado? – se acerca a mí mirando asustada a su alrededor.

- Alguien ha entrado, he encontrado al Padre José herido en el suelo, se lo han llevado, no sé si está bien- estoy a punto de romper a llorar, pero contengo las lágrimas como puedo.

- ¿Has visto lo que ha pasado? – pregunta. Niego con la cabeza.

- Cuando he entrado ya se habían ido, los he visto correr hacia el final de la calle- me doy cuenta de que a pesar de estar seguro de que han sido Patricia y sus amigos, ni siquiera he podido distinguirlos cuando se iban. No puedo demostrarlo. Soy el único que está aquí.

- Ven, tienes que acompañarnos- miro a la profesora asustado.

- Iré al hospital, me aseguraré de que está bien. Luego te digo lo que sepa- la profesora intenta tranquilizarme, pero yo sé que algo no está nada bien.

Reescribiendo el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora