SEGUNDA PARTE- CAPÍTULO 26

15 5 0
                                    


La chica comienza a pasear después de esperarme mientras recojo mis cosas de la arena.

La sigo sin acercarme demasiado, ella ya ha notado mi necesidad de darme una ducha, no quiero torturarla durante el trayecto con mi mal olor.

El silencio es algo incómodo y yo necesito saber por qué está sola, no es solo curiosidad, es más bien la necesidad de sentir que está a salvo.

Al final me armo de valor y hago la pregunta que tengo en mente desde que empecé a verla sola en la parada de metro.

- ¿No está tu novio?

- ¿Mi novio? – parece extrañada.

- Sí, el deportista gigante.

- ¡Ah!, Dave, no es mi novio, es uno de mis hermanos - responde riendo. Son hermanos, eso explica el parecido que vi entre ellos.

- ¿Cuántos hermanos tienes?

- Cuatro, todos chicos, tres de ellos mayores y un mellizo.

- Ah, eso explica tu manera de pelear.

- Tú ¿tienes familia? – esta me parece la pregunta más tonta que podría hacerme, si tuviese familia no estaría en la calle como un vagabundo.

- Creo que es evidente que no- mi voz suena más seria de lo que debería y ella parece incómoda.

- Perdona, no quería incomodarte – se disculpa y le sonrío para aliviar su apuro - Es aquí.

Señala la puerta y entra detrás de ella mirando a mi alrededor, cualquiera podría pensar que soy un ladrón o alguien que quiere aprovecharse de ella.

Es un piso acogedor y está todo muy limpio, demasiado para que yo toque nada. Tengo miedo hasta de dejar mis cosas en el suelo para no ensuciarlo.

Me quedo quieto esperando que ella diga algo intentando disimular lo incómodo y avergonzado que me siento.

- Lo primero, la ducha. El baño está ahí. Puedes dejar tus cosas donde quieras.

Miro a mi alrededor y dejo la guitarra y la mochila en el suelo y miro la puerta del baño sin saber qué hacer. Se queda mirándome antes de hablar.

- ¡Ah! Perdona. Toma, una toalla limpia. Creo que hay de todo lo que puedas necesitar en el baño. Yo iré haciendo el desayunopone la toalla sobre mis manos y me quedo sin reaccionar. No esperaba que esta situación fuese tan incómoda cuando he aceptado venir con ella - ¿Tienes ropa limpia para ponerte?

Cada una de sus preguntas me hunde más. No parece que quiera ofenderme, pero reconocer ante alguien que ni siquiera tengo una camiseta limpia para cambiarme de ropa es humillante. Me limito a negar con la cabeza sin levantar la vista del suelo.

Me deja allí solo y entra en una de las habitaciones. Regresa unos minutos después con un chándal casi completamente nuevo.

- Toma, podemos lavar tus cosas mientras, si quieres- Lo deja sobre la toalla y dudo si aceptarlo. Parece demasiado caro.

- No sé por qué haces esto- digo al fin.

- Porque parece que lo necesitas y tú ya has intentado ayudarme- lo explica con naturalidad, como si recoger a una persona de la calle para ofrecerle una ducha y ropa limpia fuera lo más normal del mundo.

- Me da mucha vergüenza esto- reconozco sin levantar la mirada de mis pies.

- Yo no quiero que te sientas mal, así que deja la vergüenza a un lado y dame tu ropa sucia. ¿Tienes algo más en la mochila?

Reescribiendo el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora