Capítulo 45

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Unas semanas más tarde todo sigue igual y mi viaje a Barcelona ha quedado como un sueño que no me arrepiento de haber vivido. Por unos días, durante unas horas, me sentí especial, importante de alguna manera, haciendo lo que más me gusta en la vida, pues he descubierto que nada tiene sentido sin música.

He seguido las recomendaciones de Álvaro y de Carlos y no he tocado ni una sola canción nueva en la discoteca.

- No deberías dejar que siga obligándote a hacer esto- me dice Alberto sirviéndome un coctel de mentiras mientras yo me dispongo a atender a los clientes importantes.

- ¿Qué quieres que haga? No puedo negarme. Cometí el error de firmar ese contrato.

- Firmaste un contrato de camarero, cobrando la mitad que nosotros, no tiene derecho a obligarte a estar con esas personas si no quieres.

- No puedo enfrentarme a él. Sabes que necesito el dinero- Hasta que mi contrato sea efectivo en octubre, necesito el trabajo para cubrir mis gastos.

- Estás muy equivocado, puedes presionarle. No tienes ni idea de lo que gana contigo aquí. no va a renunciar a ti- Creo que Alberto es demasiado optimista.

- Lo pensaré- digo viendo que Castillo me mira mal para que no tarde.

En cuanto llego, empieza a exhibirme delante de gente que no me importa para nada y así soporto toda la noche hasta que cierran.

- Vamos a desayunar algo, ¿vienes? – me pregunta Manu. Son las siete de la mañana y tengo hambre, hace casi doce horas que cené.

- Esperadme cinco minutos, voy a por mis cosas.

Además de Manu y Alberto, está también Sofía, otro de los vigilantes de seguridad y dos camareras más con las que no tengo mucho trato.

Vamos a una cafetería cercana donde nos encontramos con algunos clientes de la discoteca que están terminando su desayuno.

Nos sentamos en una mesa y todos nos damos cuenta de que hay una mesa de chicas murmurando mientras nos señalan.

Comenzamos una discusión para adivinar de quién hablan. Yo apuesto por Manu. Es un chico imponente y las chicas suelen tontear con él en la puerta, cosa que aprovecha de vez en cuando.

- Están hablando de Sergio- dice Sofía con seguridad. Las otras dos camareras apoyan esa afirmación.

- ¿De mí? no las conozco de nada, al menos no las recuerdo- Hago memoria para saber si las conozco de alguno de los colegios, del instituto o de la universidad, pero nada, no tengo ni idea de quienes son.

- Pero ellas sí que saben quién eres tú- Señala Alberto. Yo las miro confundido y veo que me sonríen nerviosas- ¿Ves?

- Yo creo que no me pueden estar mirando a mí- Al menos espero que así sea. No me gusta que la gente me mire. No he olvidado el colegio ni el instituto, cuando todo el mundo murmuraba sobre mí.

- Vamos a comprobarlo- dice Sofía. Las otras dos camareras sonríen y las tres se ponen en pie para ir al baño. Al instante, dos de las chicas van tras ellas.

Cuando salen del baño, Sofía llega hasta mí y me pide que la acompañe.

- No me hagas esto- suplico sin poder evitar ser arrastrado por ella hasta la mesa de las chicas.

- Es el precio de la fama- bromea Sofía- Chicas, os presento a SAM, me habéis dicho que queríais conocerlo.

Las chicas asienten y me veo obligado a saludarlas a todas una tras otra maldiciendo a Sofía.

Me comentan que me han visto actuar esta noche y que suelen venir a verme varias veces al mes, que han visto todos los videos que circulan por la red de cuando tocaba en la calle y no sé cuántos más que no era consciente que existían.

Reescribiendo el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora