Capítulo 62

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Tuve que despedirme de Inés hace unas semanas y, desde entonces, he vuelto a estar inmerso en un ritmo frenético de clases, ensayos, entrevistas y actuaciones.

Lo mejor de todo es que Manu está conmigo. Vivimos juntos y, afortunadamente, siempre está a mi lado. No se separa de mí en ningún momento cuando salgo a la calle.

La mayoría del tiempo voy de un sitio a otro y, cuando hacemos cosas normales como ir a la compra o a las clases, suele ser bastante tranquilo, pero cuando se trata de entrevistas o actuaciones a las que saben que voy a asistir, la cosa se descontrola un poco y solemos encontrarnos con algún grupo de locas, cada vez más numeroso, que intentan acercarse a mí.

Había visto a Manu trabajar en la discoteca controlando todo tipo de situaciones, pero me impresiona ver la manera en la que me protege en todo momento sin resultar violento.

- No intentan hacerte daño, pero, a veces, les puede el entusiasmo y pueden ponerte en peligro a ti y a ellas mismas- Me explica Manu mientras cenamos cuando le explico el miedo que tengo a verme acorralado por la gente.

- ¿No entiendes lo que supone para mí sentirme acorralado de esa manera?

- No voy a dejar que te pase nada.

- No lo entiendes- digo en voz baja.

- Pues explícamelo para que lo entienda y pueda hacer el trabajo por el que me pagas.

Me quedo un segundo en silencio y aprovecho para recoger los platos.

- ¿Quieres postre? – pregunto sacando un yogur para mí.

- Sergio, explícamelo- Suspiro y me siento de nuevo.

- Era por las cicatrices- comienzo a decir- Las he tapado con litros de tinta y creo que han comenzado a sanar desde dentro de mí, pero los recuerdos siguen ahí. Durante años, nadie se acercó a mí para nada bueno. Se burlaron de mí, me acosaron, me convencieron de que no merecía estar vivo. Intentaba que nadie me viese, deseaba poder tener el súper poder de la invisibilidad y desaparecer. Ahora no puedo desaparecer, siento que todos vuelven a observarme, que vuelvo a estar en el centro de todo y escucho sus voces y recuerdo el pasado.

- Sergio, esto no es el pasado, no se burlan de ti. Se acercan porque quieren estar a tu lado, se contentan simplemente con que cruces tu mirada con las suyas. ¡Si se desmayarían con una sonrisa tuya! – dice sonriendo- Abre los ojos y empieza a vivir en el presente. No van a hacerte daño, yo estoy a tu lado y, bueno, quizá deberías buscar un psicólogo para que te ayude con ...

- ¿Mis traumas? – termino la frase riendo divertido. Manu asiente más relajado- Lo han intentado desde los ocho años y mira lo que han conseguido.

- Vale, olvidemos el psicólogo. Mañana, cuando te sientas acorralado, intenta hablar con ellas, no olvides que tú eres tan persona como cualquiera. Pregúntales lo que les gusta y lo que no, lo que esperan de ti. Creo que serán tu mejor psicólogo.

- ¿Sabes qué? Estás como una cabra- Se encoge de hombros y sonríe.

- ¿Qué tienes que perder?

- Vale, voy a intentar hacerte caso, pero no prometo nada.

Al día siguiente descubro de la teoría de Manu no es tan descabellada.

Un par de chicas se nos acercan mientras merendamos en una cafetería del centro y Manu me indica que pruebe.

- Solo son dos chicas, no van a morderte- Hace una pausa y sonríe- Bueno, igual sí, pero no te harán daño.

Respiro hondo y, cuando llegan a mí y me piden una fotografía, hago el esfuerzo de hablar con ellas y preguntarles si les gusta el disco.

Reescribiendo el destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora