CAPÍTULO XIV . Camerinos de fuego

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El beso más largo del mundo se vio interrumpido por él. Buscaron el aire que necesitaban sin separarse más que lo necesario, manteniéndose unidos por sus frentes.

—Repítemelo —le pidió agitado, colocando ambas manos en su pequeño rostro —por favor, repítemelo.

—Te amo —dijo con una sonrisa —te amo —repitió tomándole también el rostro —te amo —pronunció una vez más antes de apoderarse nuevamente de su boca. Esta vez, el beso fue apasionado, voraz, fogoso. Pero los besos parecían no alcanzar para expresar todos esos sentimientos, todas esas sensaciones, emociones y deseos. Itatí llevó sus manos al pecho de Juan y con desesperación arrancó de su cuerpo el saco sin apartarse de la humedad pasional de sus besos. De inmediato él la tomó de la cintura, la llevó hasta el tocador y la hizo girar. Teniéndola de espaldas, se abalanzó sobre su cuerpo y se sumergió en la tibieza de su cuello, regalándole pequeñas dosis de placer. Entregada por completo al acto de demostrar con el cuerpo lo que había dicho con palabras, echó la cabeza hacia atrás, apoyándose aun más en él y con su mano derecha presionó su cabeza contra el cuello, anhelando más, mientras sentía la mano izquierda de él sujetándola desde su abdomen. En ese momento era completamente suya y ella lo disfrutaba y se lo hacía saber. Se giró de pronto, sorprendiéndolo, y regresó al sabor de su boca. El calor del momento y la ansiedad de tenerlo la llevaron a morder su labio inferior con muchísima sensualidad y en ese instante sintió sus manos presionando su cintura en un acto reflejo.

—Oye —comenzó a hablar Juan en medio del beso —¿no crees que nos debemos un momento más romántico? —preguntó abandonando sus labios y regresando a su cuello. No lograba comprender si era su piel, su aroma o la combinación de ambos pero tenía debilidad por sumergirse allí.

—Sí —susurró en un gemido al sentir una corriente eléctrica por todo su cuerpo con aquel contacto —lo creo.

—¿Esta noche? —preguntó ayudándola a sentarse sobre el tocador y continuando con el deleite de saborear su cuello.

—¡Ahh! —exclamó sin poder contenerse cuando lo sintió morder suavemente su oreja —esta noche —confirmó —pero no te detengas ahora —suplicó entre jadeos.

—No pensaba hacerlo —sentenció antes de regresar a sus labios. Permitió que Itatí le desprendiera la camisa y se sorprendió por la vehemencia con que se deshizo de ella. Sin esperar un segundo, ansiosa de volver a sentir su piel, lo abrazó con desesperación y lo atrajo hacia ella, lo atrapó rodeándolo con ambas piernas, se hundió en su cuello y se dedicó a devolverle el placer que minutos antes estaba recibiendo. Sus delicadas manos subían y bajaban por la espalda reconociendo cada centímetro de su piel y sus labios se ocuparon de su perfumado cuello. También para ella era una debilidad. El lugar más tibio y seguro del mundo, pero también el más sugestivo y lujurioso. Respirar esa fragancia combinada con el aroma de su cuerpo la encendió aun más y llevó sus manos a la hebilla del cinturón. Lo desprendió sin apartar la vista de sus ojos, alimentándose del deseo intenso inyectado en esa mirada azulina que tanto amaba. Apenas consiguió desabrochar el cinto y el pantalón, él volvió a tomar la iniciativa y colocando sus manos por debajo de su blusa fue eliminándola poco a poco con una caricia eterna que la llenó de placer y también de ansiedad. Le colocó una mano en el pecho y con delicadeza la llevó hacia atrás, haciendo que se inclinara recostándose en el espejo. Bajó su mano poco a poco, acariciándola en el trayecto hacia su pantalón y fue testigo de su rostro enloquecido de placer a medida que bajaba. Desprendió su pantalón y con algo de ayuda se deshizo de él, dejando a la vista un maravilloso conjunto de encaje negro. Deseoso de su cuerpo, regresó a su boca, plantó un beso en sus labios y comenzó a recorrerla con ellos. Con cada beso ella sentía elevarse un poco más y a medida que bajaba, sus gemidos le indicaban el nivel de placer que su cuerpo recibía. Llevó una mano a cada pierna y mientras con su boca bajaba por su abdomen, con ellas subía por sus muslos muy lentamente. Al llegar con sus labios hasta apenas debajo del ombligo, un gemido aun más fuerte se escapó de su garganta. Sonrió tras ese descubrimiento y volvió a besar esa zona, esta vez acompañándolo con suaves caricias propiciadas con la yema de sus dedos. De inmediato su cuerpo reaccionó contrayéndose mientras intentaba, con desesperación, evitar que repitiera aquello.

CAMERINOS DE FUEGO *Un amor a escondidas*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora