CAPÍTULO L. Confesiones

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—¿Entonces? —preguntó ella mientras conducía su coche hasta llegar a su casa y que Juan pudiera recoger el suyo —¿te gustó el departamento?

—Me encantó —dijo llevando su mano hasta el muslo de su pierna derecha haciéndola temblar.

—¡Juan! —exclamó endureciendo el músculo como un acto reflejo —estoy conduciendo —rió.

—Y conduces maravillosamente —albureó y volvió a presionar su pierna.

—¿Qué buscas? ¿Distraerme y que choquemos?

—Me fascina cuando chocamos —continuó jugando con ella.

—¡Juan Soler! —exclamó sin abandonar la vista del camino —ya cálmate —rieron juntos.

—Bueno, ya. Volviendo al tema... sí, el lugar es hermoso. Un departamento casi perfecto —dijo enfatizando con sus manos en la palabra "casi".

—¿Algo no te gustó?

—No, me encantó completamente. Solo le hace falta una cosa para que sea perfecto para nosotros.

—Dime —sonrió sintiendo cosquillas en el cuerpo al escucharlo decir "nosotros".

—No —respondió relajado en su butaca de acompañante —te quiero sorprender.

—Tú siempre me estás sorprendiendo —comentó con voz sensual —siempre —remarcó y dirigió la mirada a todo su cuerpo, deteniéndola segundos extra justo en la mitad.

—Sorprenderte es mi deporte favorito.

—Ah, pues el mío también.

—Esto me deja seguro de una cosa.

—¿De qué?

—Nunca faltarán sorpresas en nuestra relación —soltó regalándole una sonrisa impecable y seductora, pero a la vez enamorada.


**


—¡Juan! —exclamó Nicandro al verlo llegar esa tarde al foro —¿cómo estás? ¿ya mejor? —oprimió su sonrisa.

—Nic, ¿cómo estás? —saludó con choque de puños —ya mejor, gracias.

—No me agradezcas, hombre —palmeó su hombro —acá entre nos... se me hace que tú no estabas mal del estómago —sonrió —estabas mal de... otras partes —miró hacia abajo de reojo y lo vio ponerse nervioso —no te preocupes, solo intenten que no vuelva a suceder. No siempre es muy manejable la situación en un elenco, no tengo que decírtelo, tienes muchos años en esto.

—Lo sé, te pido una disculpa. Te aseguro que no vuelve a suceder.

—No me asegures nada —rió —pero intenten manejarlo. Hagan lo que quieran, saben que yo estoy a favor de la felicidad de las personas, especialmente si son mis amigos. Pero no incumplan.

—Gracias, de verdad. Pero, ¿cómo...?

—¿Cómo lo supe? —preguntó —me lo acabas de confirmar —volvió a reír —pero al margen de eso, esta historia entre ustedes viene desde hace rato, su relación se vio notablemente mejorada este último tiempo, fue tu cumpleaños y hoy ambos nos regalaron su ausencia, te llamo y contestas muy nervioso, hasta te escuché jadear —rió —la llamo a ella y la siento igual. No hay que ser un adivino —dijo en tono de complicidad.

—Qué pena la llamada. Lo siento, de verdad.

—Ya, hombre. No te preocupes. Solo... manéjenlo. Y sabes, cuando quieran, si es que quieren, hacerlo público, soy el primero en apoyarlos.

CAMERINOS DE FUEGO *Un amor a escondidas*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora