CAPÍTULO LII. Magia real

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Enredados en la cama, bajo los efectos del más profundo y apacible de los besos posmaratón de amor, juraban que no existía nada mejor que la sensación del tiempo detenido entre sus labios.

—Podría pasarme la vida así —comentó Itatí entre un beso y otro.

—¿Así juntos? ¿O así besándome? —preguntó sonriendo y de inmediato sintió que ella tiraba de su labio inferior con muchísima suavidad.

—Definitivamente las dos —se acercó más y le regaló una caricia en la mejilla —no sé si a ti te pasa, ojalá que sí, pero ¿sabes qué siento?

—A ver, dime —también se acomodó y enredó mejor sus piernas.

—Magia —dijo con un brillo especial en los ojos mientras le acariciaba sus labios con el dedo índice izquierdo —cuando estamos así, tranquilos, relajados, juntos. Cuando veo tus ojos que me miran como lo están haciendo ahora...

—¿Cómo te miran mis ojos? —la interrumpió.

—Me miran bonito —respondió llevando sus menos hacia allí y acariciando sus cejas —me miran con ternura, con un brillo que jamás he visto en otros ojos. Me miran...

—Con amor —se adelantó —mis ojos te aman —regresó a las caricias de su mejilla —como te aman mis manos, como te ama mi cuerpo, como te ama mi corazón —se acercó a sus labios —como te amo yo —habló sobre ellos y luego se abrió paso a su boca, expresando lo mismo con el lenguaje calmo de los besos profundos —esto es verdadera magia —dijo al separarse —no se trata de varitas ni de conejos ni de naipes. No son pañuelos cambiando de color ni monedas convirtiéndose en billetes. Magia es el tiempo detenido en un beso infinito —besó sus labios con un pequeño pico —magia es traer las estrellas una por una y verlas todas juntas, magia es mi corazón acelerándose cuando me sonríes, magia es cada caricia tuya quemando mi piel, la tibieza de tus labios dándome calma y tempestad. Magia es que el amor supere todo límite imaginable y se convierta en desmedido. Nuestro amor es magia —finalizó dándole un beso en la nariz.

—¿Por qué hablas tan bonito? —preguntó desarmada de amor.

—Ah eso es porque leo mucho —jugó haciéndola reír.

—Me encanta que me hagas reír —comentó apoyándole una mano sobre la mejilla.

—Y a mí me encanta que rías, muñequita.

—¿Sabes qué otra cosa me encanta? —preguntó con voz sugestiva, viéndolo sonreír con picardía y humedecer sus labios —dormir entre tus brazos —comentó pegándose a su cuerpo y luego apoyó tiernamente sus labios sobre los de él —en el huequito de tu pecho —completó besándolo allí.

—Te amo, mi niña —susurró acariciando su cabello, provocando que con el correr de los segundos se relajara más y más.

—Te amo, muñequito —respondió sintiendo la invencible pesadez de sus párpados.


**


El frío que percibió en aquel movimiento la hizo despertar. Abrió los ojos con dificultad comprobando que estaba sola en la cama y puso atención a los sonidos. Sonrió. Observó a su alrededor buscando la camisa que él llevaba la noche anterior y la encontró en el suelo, de su lado. Tardó segundos en colocársela, abrochar tres botones y caminar en dirección a los ruidos que provenían de la cocina.

—¿Tan temprano y sin camisa? —dijo abrazándolo por la espalda, escuchándolo inspirar profundo en el momento mismo en que deslizaba sus manos sobre su piel mientras él utilizaba una de las hornallas de la cocina.

CAMERINOS DE FUEGO *Un amor a escondidas*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora