CAPÍTULO XV . Tormenta

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Entre una variedad de mensajes, roces disimulados, acercamientos y coqueteos, fueron concluyendo un largo día de trabajo. Y aunque ya no se interponía entre ellos el tormento al acercarse, el deseo comenzaba a ser incontrolable no solo en escenas que requerían cercanía física sino en la convivencia en general. Bastaba un cruce de miradas para desestabilizar al otro, un ligero juego con un mechón de cabello para provocar en él sus impulsos naturales, una mirada seductora de aquellos ojos azules para llenar su abdomen femenino de fuertes y placenteras punzadas y un ligero roce al pasar para que cualquiera de los dos sintiera la sangre fluir quemando sus venas.

—¿Esta noche a las 10 en mi casa? Tengo algo para darte —Itatí escribió el mensaje mordiendo sus labios para contener una sonrisa lasciva y observó sus reacciones al leerlo.

—¿Podrías adelantarme algo? —respondió sin una sola mueca en el rostro, poniendo a prueba su excelencia actoral.

—Solo que te va a encantar. Te lo aseguro —agregó a su mensaje un guiño sugestivo, un paquete de regalo y una copa de vino.

—¡Cuánto misterio! Ahí estaré puntual. ¿Algo que quieras que lleve?

—Tráete a ti. Yo me encargo de todo.

—Lo que tú ordenes —concluyó, firmando su propia sentencia.



**



—¿Me permites un segundo? —preguntó Horacio interrumpiendo su charla con Nora.

—Para mi hombre de acero, todo el tiempo que quiera —comentó entre risas —discúlpame, Nora. Ahorita regreso —se alejaron unos cuantos pasos caminando enganchada a su brazo, como era su costumbre con todo mundo —dime.

—Solo quería saber cómo estabas después del golpe —comentó apenado.

—¡Todo bien! —sonrió sinceramente y le regaló una caricia en el brazo. Dos obsequios que para él fueron una pequeña porción de paraíso —no tengo ningún abollón —rió con fuerza observándose a sí misma.

—No, si se nota que estás muy bien. Digo... eres una mujer muy guapa.

—¡Ay! Muchas gracias. Favor que me haces.

—Ningún favor —dijo tomando sus manos —solo es la verdad.

—Gracias —respondió regalándole una caricia en el rostro. A unos pocos pasos de ellos, Juan los observaba mordiéndose la lengua. Hasta que no resistió.

—Hola —dijo fingiendo una sonrisa —¿interrumpo? —preguntó mirando primero a Itatí, dejándole ver sus celos, y luego dirigió sus ojos a Horacio. Aquello se convirtió en un silencioso duelo de miradas color cielo.

—Claro que no, amigo —palmeó su espalda —¿cómo estás?

—Bien, todo tranquilo.

—Ahora que te veo, creo que te estuvo buscando Jackie un buen rato —soltó. Escucharon a Itatí aclarar su garganta.

—Sí, tuve algo muy importante que hacer —dijo Juan mirándola disimuladamente —luego me disculpo con ella, como corresponde.

—Siempre tan caballero —soltó ella.

—Siempre —aseguró Juan —disculpen que los haya interrumpido pero es que necesito hablar con vos —informó dirigiéndose a su compatriota.

—Sí, decime.

—Caminemos y te cuento —dijo cruzándole un brazo por la espalda —ahora regresamos. Con permiso —se alejaron caminando con mucha tranquilidad mientras Itatí manejaba un gran abanico de pensamientos y sensaciones. Al concluir, no quiso acercarse a ella para evitar que le preguntara sobre la charla con su amigo y colega. En su lugar decidió enviarle un mensaje.

CAMERINOS DE FUEGO *Un amor a escondidas*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora