CAPÍTULO XXVIII. Amor vs Dudas

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Siempre supo que aquello no era una buena idea pero no consiguió controlar el impulso. Cuando reaccionó, era demasiado tarde. Ya estaba frente a la puerta de su casa, debatiéndose entre tocar el timbre o salir huyendo. Su mente no dejaba de bombardearla con dudas e incógnitas. Se reprochaba a sí misma haber llegado hasta allí. Algo en su corazón le advertía que era mejor esperar a verlo en la mañana para entregarle su celular, que por error acabó en su bolsa cuando lo ayudó a recoger las cosas del camerino para que fueran devueltas. Pero una vez más se impuso más la mente y la racionalidad sobre la sensación de advertencia que provenía de su interior y ahí estaba ella, girando el teléfono entre sus manos mientras decidía llamar a la puerta. Tocó el timbre con poca decisión y decidió respirar profundo mientras aguardaba que le abrieran. Su interior pedía a gritos que quien saliera fuera él pero las cosas no siempre salen como uno lo desean. La puerta se abrió lentamente y tras ella apareció la figura de Mía, la hija mayor del exmatrimonio. Simpática y encantadora, tanto como su papá. Cruzaron miradas durante un segundo y de inmediato conectaron, pero esa bonita magia se rompió en el instante en que pudo observar detrás de ella una situación demasiado familiar. Un juego de mesa desplegado y una divertida discusión. Por la disposición estaba claro que jugaban en parejas, las hijas contra los padres, y la cercanía y complicidad con la que se desenvolvían los padres se quemó dolorosamente en sus retinas.

—Buenas noches —saludó con la voz algo quebrada y una sonrisa forzada.

—Hola, ¿cómo estás? —respondió Mía —Itatí, ¿no? —se acercó y la saludó con un beso en la mejilla —soy Mía.

—Mucho gusto, preciosa —dijo sin poder decir más. Realmente comenzaba a sentirse mal, desencajada.

—¿Buscás a mi papá?

—Sí, es que se le quedó el celular en el foro —su voz evidenciaba que no estaba bien —y se lo quise traer.

—¡Mi amor, vení a jugar! —gritó Maki desde adentro.

—¡Sí, ya voy! —respondió Mía con otro grito.

—¿Querés pasar? —le ofreció amablemente.

—No, muchas gracias. No quiero importunar. Te dejo a ti el teléfono, ¿sí? —dijo nerviosa y apresurada, quería irse.

—¿Pero no querés que lo llame? Mirá que no hay problema, no pasa nada.

—No hace falta, de verdad. Solo le traje el celular porque me parecía importante. Ya me tengo que ir. Se lo das, eh, por favor —dijo justo antes de saludarla con un beso.

—Sí, no te preocupes. Gracias —sonrió y regresó al juego —papá, te trajeron esto —dijo agitando el celular sobre su cabeza —te lo olvidaste en el foro —se lo entregó a su padre y de inmediato observó que su rostro mutaba de expresiones demasiado rápido —¿estás bien, pá?

—¿Quién lo trajo? —preguntó poniéndose de pie.

—Itatí. Le ofrecí que pasara pero dijo que tenía que irse.

—Disculpen, ahora vengo —salió despedido a buscarla y la alcanzó por escasos segundos —¡Amor! —exclamó viéndola subir al coche. Sin preguntar, hizo lo mismo él también —¿qué pasa? —preguntó al ver su rostro deprimido y sus ojos húmedos.

—Nada, solo vine a —tragó intentando deshacerse del nudo de su garganta —traer tu teléfono. Acabó en mi bolsa por error.

—Gracias. Pudiste haber esperado a mañana, ¿qué te hizo venir? —preguntó conociéndola, sabía que había algo más detrás de aquella acción.

CAMERINOS DE FUEGO *Un amor a escondidas*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora