CAPÍTULO XXXV. Frío

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Cruzó la casa hasta llegar al living en busca de la puerta y sus sollozos hicieron que Mía abandonara lo que hacía en la cocina para averiguar qué pasaba.

—¡Itatí! —exclamó acercándose al verla tan mal —¿qué pasó? ¿Por qué llorás? —se colocó frente a ella y tuvo la necesidad de abrazarla al ver que se tumbaba buscando recostarse sobre su pecho. Se quedó en silencio, abrazándola hasta que pudiera liberarse. Levantó la vista y vio a su padre asomado, sufriendo al ver la escena y al mismo tiempo conmovido con la ternura que le generaba ver a su hija ayudando a la mujer que amaba. Juan sintió deseos de acercarse y terminar todo eso de una vez, abrazarla, volver al cuarto y hacer el amor hasta que sus cuerpos colapsaran. Dio un paso hacia ellas y vio a Mía frenándolo con un gesto. Bajó la cabeza y volvió a encerrarse.

—Ay, perdón —pronunció intentando recuperar algo de aire y separándose de ella —discúlpame, no...

—No te preocupes. Vení, vamos a sentarnos y te traigo un poco de agua, ¿querés?

—Gracias —tomó asiento en una de las sillas de la cocina e intentó calmarse. Recibió el agua y bebió un sorbo para intentar disolver el nudo de su garganta, aunque lo que quería era disolver los nudos de su corazón.

—¿Mejor? —preguntó tomando su mano.

—Sí, gracias —sonrió con tristeza —que pena que me veas así —dijo secando sus lágrimas.

—Nada de pena. Si estás triste es mejor llorar, y si puedo acompañarte lo haré.

—Qué linda.

—Mi papá me enseñó eso —comentó.

—¿Ah sí? —dijo con la voz quebrada —¿y te enseñó cómo acercarse a él y recuperar su amor después de haber cometido un gran error que le provocó desilusión? —preguntó llorando nuevamente.

—¿Terminaron?

—Definitivamente.

—Ahora entiendo por qué estaba así cuando llegó.

—¿Cómo?

—Raro. Como ido. Pero se lo notaba triste. A él lo delatan sus...

—Sus ojos —la interrumpió —lo sé. Jamás había visto algo semejante.

—Si querés decime que no me importa pero... ¿qué pasó? —preguntó con algo de angustia.

—Pasó que soy una tonta —se lamentó sintiendo que nuevamente sus lágrimas se agolpaban en sus ojos —desconfié de él y de eso no se vuelve.

—Y...¿esa desconfianza tiene algo que ver con mi mamá? —indagó.

—Creo que es mejor que tu papá te cuente si así lo quiere —dijo poniéndose de pie —yo no voy a ahondar en el asunto.

—Eso es un sí camuflado —comentó.

—De verdad, preciosa. Yo te agradezco con el corazón el abrazo que me diste, tu charla, el agua, pero no me pidas que hable de lo que pasó. No tengo intención de desprestigiar a nadie y en definitiva mi relación con tu papá es... era —se corrigió —algo exclusivamente entre él y yo. Los grandes momentos fueron nuestros, las tristezas fueron nuestras, el amor fue nuestro y los problemas fueron nuestros. Haya pasado lo que haya pasado —acarició su mentón cuando se colocó frente a ella —fuimos él y yo. En este caso yo, que desconfié mucho de su palabra y lo herí. Y aunque me duele mucho —suspiró — él tiene razón. Lo mejor es que sigamos nuestro camino —hizo un gran esfuerzo por contener el llanto pero no lo consiguió.

CAMERINOS DE FUEGO *Un amor a escondidas*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora