CAPÍTULO XLII. Reencuentro

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Para ningún hijo es fácil aceptar o entender que sus padres cometen errores, que no son implacables ni impolutos, aunque sean vistos por ellos con los ojos del amor infinito e incondicional y por eso puedan ser percibidos en la perfección.

Esa noche, luego de una larga charla en la que Juan intentó aclararles a sus hijas lo que había sucedido sin entrar en detalles innecesarios para conservar la dignidad de todos, ambas quedaron afectadas y angustiadas. Mía, aun habiendo sospechado de la participación de su madre en la separación, no salía de su triste sorpresa. Siempre había creído en la posibilidad de que Maki hubiese hablado con Itatí asegurándole que había regresado con Juan, pero nunca se le cruzó por la cabeza que fuera capaz de impedir un encuentro entre ellos drogando a su exesposo, el padre de sus hijas, y que además montara una escena melodramática para confundir a quien ella creía su rival. Aunque no fue explícito, ella imaginaba perfectamente qué clase de escena pudo haber armado. Sintió vergüenza. Pero ahora lo que más le preocupaba era su hermana, que después de la noticia había quedado afectada. Luego de darle algunos minutos de soledad y tranquilidad en su cuarto, entró con cautela para intentar hablar con ella que estaba sentada en el suelo con la espalda recostada en la cama. Se sentó junto a ella y permaneció en silencio, sin presionarla. En esa habitación el tiempo parecía no correr, cada segundo se sentía infinito.

—Yo confiaba en ella —dijo finalmente Azul quebrando el silencio al mismo tiempo que se quebraba su voz.

—Lo sé, preciosa —comentó abrazándola de costado.

—¿Por qué hizo eso?

—Es difícil entender. Pero, ¿te acordás de lo que hablamos? Las personas nos equivocamos —dijo Mía.

—Pero lo que hizo es más que un error o una equivocación. Drogó a papá —pronunció ahora llorando —eso es muy feo.

—Sí, lo que hizo mamá no está bien. Nada bien.

—Mía, mi mamá era mi máximo. Yo quería ser como ella porque pensaba que era una buena persona y...

—No, Azul. Mamá no es una mala persona tampoco. Está confundida y equivocada. Actuó mal. Tomó una muy mala decisión. Pero eso no la vuelve una mala persona, si es lo que querías decir. Creo que ahora es cuando más necesita que la ayudemos, que estemos con ella. Si se siente acompañada va a comprender que está procediendo mal.

—No, yo no quiero verla. Me mintió y yo le dije cosas muy feas a mi papá, que decía la verdad.

—Entiendo que no quieras verla por unos días, y te apoyo. Pero dejá que se te pase un poquito el enojo y después vamos a verla y hablamos con ella.

—No sé.

Pensálo, ¿sí?

—¿Y papá qué va a decir?

—A papá le va a parecer bien. Él jamás nos hablaría mal de mamá ni tampoco se enojaría. Te lo aseguro. Vení —dijo poniéndose de pie -vamos a dormir que ya es tarde.


**


Aunque ya era tarde sentía muchas ganas de llamarla. La excusa era la manera repentina en la que tuvo que colgar. El verdadero motivo, escuchar su voz lo equilibraba, sin contar la cantidad de cosas que despertaba en él. Tomó su celular y decidió primero mirar cuándo había sido su última conexión en whatsapp y para su sorpresa, estaba en línea. Salió de inmediato de la aplicación y lo pensó unos segundos más. Finalmente la llamó.

De nuevo la fuerza desmedida en el latir de su corazón. De nuevo la falta de aire, de nuevo un ligero temblor en las manos. De nuevo los nervios.

—Ya, Itatí. No eres una adolescente —se regañó en voz alta —hola m...—estuvo a escasos segundos de decirle "mi amor" y al darse cuenta cerró los ojos y los apretó —Juan —se corrigió —¿cómo estás?

CAMERINOS DE FUEGO *Un amor a escondidas*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora