CAPÍTULO LXIII. Estallidos

1.1K 51 113
                                    


Despertó con el sonido de su alarma y luego de apagarla sonrió feliz. Era muy temprano, el cansancio aun no abandonaba por completo su cuerpo y el estrés de las últimas grabaciones comenzaba a sentirse. Las emociones transitaban por toda ella y colisionaban en su pecho, pero tenía una cita para desayunar con él. Eso la hacía feliz. Suspiró eliminando de su organismo cualquier atisbo de fatiga y saltó de la cama con entusiasmo. Se cubrió con su bata blanca de raso, la anudó a su cintura y se dirigió a su armario. Sin dudarlo un instante, cuando estuvo frente a gran parte de su ropa, fue directamente por sus jeans azules, una espectacular camisa blanca de seda y un blazer largo, negro de solapas blancas. Caminó hasta sus zapatos, hizo su elección y finalmente colocó todo sobre la cama, observó y aprobó. Regresó al vestidor, tomó de allí lo más importante y finalmente entró a bañarse.

Sonrió al revisar su celular antes de salir de la casa.

—¡Buenos días! Desperté con unas increíbles ganas de desayunar dulce, bombón —leyó. Mordió su labio interpretando su albur y no tardó en responderle.

—Buenos días, precioso. Creo que puedo hacer algo por ti, para que no te quedes con las ganas. Te espero —finalizó con un guiño sugestivo y un sensual emoji de beso. Tomó su bolsa y sus llaves y salió rumbo al departamento.


**


Escuchó las llaves entrando en la cerradura y su corazón dio un vuelco. Acomodó algo sobre el mueble de su cuarto y se tomó unos segundos para arreglar su vestuario.

—¡Mi amor! —dijo desde la entrada —¿estás aquí?

—Aquí estoy —respondió apareciendo. Caminaba con pasos sensuales, acercándose a él con lentitud, dejando que la observara —¡qué guapo! —comentó en tono seductor —¿viniste en moto? —sonrió.

—Gracias —respondió al halago —¿cómo sabes? —entrecerró los ojos.

—Chaqueta de cuero —respondió tomándolo de ella y pegándose a él —que por cierto... se te ve muy bien —inspiró cerca de su cuello y se embriagó del placer que le generó su aroma.

—Y tú te ves hermosa, como siempre —detalló su figura de pies a cabeza —qué afortunado soy —la atrajo nuevamente hasta él y amagó con besarla. Le provocó una sonrisa sensual y apoyó sus labios en su boca, casi sobre sus dientes.

—¿Tienes hambre? —preguntó colocando la voz.

—Mucha.

—Entonces ven —tomó su mano y lo condujo hacia la isla en la cocina.

—¿Y eso? —quedó perplejo al observar el nivel de perfección que había conseguido en una mesa desayuno.

—Todo para ti.

—¿Pero tanto?

—Bueno, dicen que el desayuno es la comida más importante porque —señaló uno de los taburetes para que se sentara y continuó —nos da la energía que necesitamos —le habló al oído cuando ya estaba sentado y procedió a sentarse a su lado y servir.

Nunca una charla fue tan variada como aquella. Su amor, los hijos, proyectos, trabajos, descanso, vacaciones, familia y un sinfín de temas pasaron por la mesa de aquel desayuno. El momento más relajado que tuvieron desde el comienzo, sin presiones de ningún tipo, ni siquiera de reloj, puesto que debían trabajar por la tarde. En un impulso, con toda la energía de una verdadera madre de familia, le propuso un día de playa y resolvieron que hablarían con sus hijos para pasar juntos un espectacular domingo en alguna de las tantas paradisíacas playas de México.

CAMERINOS DE FUEGO *Un amor a escondidas*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora