CAPÍTULO XLVI. Niños grandes

1.1K 75 198
                                    


—¿Qué hacés acá? —preguntó duramente dirigiéndose hacia la puerta.

—Juan, no —pidió ella impidiendo que se acercara más a Horacio —por favor —le dirigió una mirada calmada y él respetó su pedido.

—Horacio, ¿qué necesitas? —preguntó ella con tranquilidad.

—Venía a... —suspiró —hablar contigo.

Vos no tenés nada que hablar con ella —el tono de Juan era seco y duro.

Perdonáme pero sí —se paró sacando pecho —tengo que hablar con ella. Es importante.

—Dime.

—¿Podemos hablar en privado?

—¡Ni lo pienses! —elevó un poco el tono de la voz pero no alcanzó a gritar.

—¡Juan! —volvió a intervenir ella —ya, tranquilo, ¿sí? —se giró nuevamente —mira, Horacio, lo que quieras decirme, lo haces aquí y ahora. Juan no se va a ir.

—¿Volvieron? —preguntó con una mezcla de dolor y alivio al mismo tiempo.

—Eso no es asunto tuyo —contestó Itatí.

—Dale, hablá —lo apuró Juan —¿qué querés?

—Pedirles perdón —soltó de pronto. Ella se sorprendió, pero a Juan no se le movió un músculo de la cara.

—¿Qué dices? —preguntó Itatí.

—¿Puedo pasar?

—Adelante —aceptó ella y cerró la puerta tras él.

—Miren, yo... —dudaba de todo. Quería hablar con la verdad, pero no quería provocar el crecimiento de una enorme bola de nieve que se había creado desde mucho tiempo atrás, casi desde el primer choque que tuvieron ellos dos en los pasillos —les quiero pedir perdón a los dos —continuó —Juan, vos y yo éramos grandes amigos y...

—Y te metiste con la mujer que amo —dijo sin contenerse. A Itatí no le pasó desapercibida la conjugación presente del verbo amar y en medio de tanta tensión de enemistad, su corazón palpitó dando señales de alegría.

—Lo que hice fue una porquería —prosiguió —tenés toda la razón en estar enojado, en odiarme y no te culparía si quisieras reventarme la cara a trompadas. Pero antes de hacerlo tenés que saber algo...

—¡Hablá de una vez! ¡Dale! —se exasperó.

—Mi intromisión... —miró a Itatí, sintió vergüenza y dirigió su vista al suelo —estuvo planeada —soltó.

—¿Qué? —preguntaron ambos. Ella desilusionada de quien creía un buen amigo, él enojado, exasperado y lleno de bronca.

Repetí lo que dijiste —insistió Juan pasando una mano por su cabello, llevándolo hacia atrás. Cuando ella notó que las venas en su cuello comenzaban a saltar, rodeó su brazo con ambas manos para intentar sujetarlo pero fue en vano.

—Que todo lo que pasó estuvo planeado —alcanzó a decir justo antes de sentir el empujón de Juan que lo hizo caer al suelo.

Decime todo —pidió él con el puño derecho cerrado y la ira clavada en los ojos —hablá si no querés que te recontra cague a trompadas.

—Juan, por favor —volvió a intentar sujetarlo —mi amor, no hagamos esto más grande —insistió. El contacto tibio que sus delgadas manos sobre su puño cerrado hizo que fuera cediendo la tensión y poco a poco fue aflojándola hasta abrirla completamente y dejar el brazo colgado a un costado del cuerpo —déjame hablar a mí —le pidió, y obtuvo un parpadeo en señal de rendición —levántate —le dio espacio para hacerlo mientras tenía a Juan todavía tomado de la mano —explícate.

CAMERINOS DE FUEGO *Un amor a escondidas*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora