CAPÍTULO LXII. Huracán

949 56 142
                                    


—Estás loco —dijo entre risas y luego se acercó a su rostro, lo besó apasionadamente y al momento de abandonar su boca, tiró con malicia de su labio inferior para luego volver a apoyar su espalda en la cama.

—Por ti —contestó sonriente. Se acomodó sobre el costado izquierdo de su cuerpo, llevó su mano derecha hasta la cintura de ella y la atrajo hacia él. Amagó tres veces con besarla, disfrutando de la sensualidad de verla prepararse para recibirlo en su boca. Provocó su risa y aprovechó ese momento de distracción para invadirla impulsivamente hasta robarle el aire.

—Nunca te sacias, ¿verdad? —soltó sonriente en cuanto pudo respirar con algo de normalidad.

—¿De ti? Jamás —respondió con voz grave —por mí, yo seguía —cruzó su pierna derecha por sobre ella y la mantuvo prisionera.

—¡Ay, sí! —lo acarició en la mejilla —tú ya querías maratón, ¿no?

—Oye, no es mala idea —guiñó un ojo —aunque no sé...

—¿Cómo? ¿No que muy potente? —rió.

—No, si no lo digo por mí. Tú fuiste la que pidió por favor que ya no —se burló.

—Sabes que en condiciones normales no te lo hubiese pedido.

—¿Condiciones normales? —repitió entre risas mientras presionaba la piel de su cintura.

—Ya, tú entiendes...no es normal lo que pasó —rió y escondió su cara en su pecho —aunque...

—¿Aunque qué? —jugó forcejeando para que sacara su rostro del escondite.

—Me encantó —completó la frase con sensualidad y luego lo provocó mordiéndose el labio.

—¿Ah sí? —sus ojos se iluminaron —mira qué traviesa la niña —la molestó —¿tanto como para seguir? —amagó con abalanzarse sobre ella.

—¡No! —exclamó riendo y colocó sus brazos marcando distancia —¡quédate quieto! —lo vio reacomodarse en su lado de la cama mientras atravesaba un ataque de risa.

—Ya, tranquila. Aquí me quedo quietito. Ven —extendió el brazo para recibirla —te amo, muñeca —besó su sien.

—Y yo te amo a ti, guapo. Oye —le tomó la mano y comenzó a jugar con sus dedos —cuéntame, ¿cómo se te ocurrió?

—¿Enloquecerte a punta de placer? —rió de nuevo.

—¡Ya, tonto! —se quejó sonriente y sonrojada —hablo del vino —aclaró.

—¡Ah, eso! ¿Te gustó?

—Me encantó. Nunca me esperé semejante sorpresa. Es muchísimo.

—Nada es mucho para la mujer que amo —la vio sonreír y su pecho cosquilleó de felicidad —mira, esto es parte de una loca idea que empezó hace muchos años con unos amigos. Queríamos tener un vino propio, pero haciéndolo desde cero, ¿sabes? No queríamos comprarle a alguien su producción.

—Eso fue lo que hizo el gringo —acotó.

—Exacto. Y como el gringo vende papas, mucha otra gente busca invertir su dinero comprando directamente las producciones. Nosotros realmente queríamos producirlo —contó entusiasmado recordando aquellos comienzos —así que lo primero fue investigar, estudiar, diagramar, consultar con profesionales, buscar las mejores zonas y un sinfín de otras cosas.

—Oye, pero todo eso es muy tardado, ¿no?

—Lo es. Estuvimos mucho tiempo en esa etapa previa hasta que por fin, después de estudiar el suelo y analizar posibilidades, encontramos, con ayuda de gente especializada, el lugar perfecto para lo que queríamos hacer que era producir vinos de distintos varietales.

CAMERINOS DE FUEGO *Un amor a escondidas*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora