CAPÍTULO XLIII. Juegos de seducción

871 80 220
                                    


La tensión entre ellos crecía raudamente. Sus corazones palpitaban con desesperación reconociendo la cercanía, reencontrándose y conectando nuevamente. Una historia inverosímil a los oídos de cualquier persona, pero ellos hacía tiempo habían descubierto que en momentos de proximidad ambos latían acompasados. Dependiendo de la circunstancia se alocaban o sosegaban, pero siempre pulsaban alineados. Itatí tragó en seco al verlo colocar ambos brazos a los lados de su cuerpo y apoyar las manos en el tocador. Estaba acorralada, y le gustaba. Pero no estaba segura de las intenciones de Juan. No acababa de comprenderlo. Se mostraba deseoso, pero no develaba el mensaje. ¿Estaría todo olvidado? ¿Sería esto un nuevo comenzar? ¿Habría sanado? Nada estaba claro pero no quería dejar pasar la oportunidad.

—¿Quieres la verdad? —preguntó con voz sensual y llevó su mano derecha al rostro de Juan, deslizando sus dedos pulgar e índice en una caricia que le recorrió el mentón. Lo vio cerrar los ojos para disfrutar del suave contacto y aprovechó ese momento para sonreír. La maravillaba su rostro.

—Por favor, señorita. Si es tan amable —dijo con voz seductora luego de gozar el tacto de su mano sobre su piel.

—Sí, recordaba —continuó con la caricia en la barbilla.

—¿Algo en particular? —preguntó penetrando su ser completamente a través del soberbio azul de su mirada. La vio morder su labio en una inconsciente expresión de deseo y ante su silencio, continuó hablando —no hace falta que me lo digas, recuerda que yo puedo leerte.

—¿Ah sí? —se removió en su posición —a ver, dime —lo desafió con gestos sensuales. Sus piernas temblaron cuando lo vio acercarse a su oído izquierdo y su piel se estremeció completamente al sentir su aliento.

—Te invaden los recuerdos de la tarde en que rompimos el espejo —susurró, y antes de retirarse rozó apenas el lóbulo de su oreja con sus labios —¿acerté? —preguntó al regresar frente a ella. No tenía necesidad de contestar, la respuesta era obvia, sus expresiones hablaban por ella—siempre me ha gustado tu sonrisa lasciva —soltó la información de repente al verla sonriendo y paseó su dedo índice por sobre sus labios — te confieso que yo también me veo asaltado por ese recuerdo —sonrió —y por muchos otros.

—¿De verdad? —preguntó agitada, ya no podía con la tensión acumulada.

—Sí —aseguró comenzando a enderezar su postura, liberándola muy lentamente —la vida tiene momentos inolvidables —comentó luego de dar unos pequeños pasos hacia atrás, notando el desencanto que se acumulaba en sus ojos al verlo apartarse —recordar algunos de esos momentos es como volverlos a vivir, una y otra vez —la miró con ternura y decidió hacerle ver que esa puerta aun estaba abierta, pero que acceder iba a significarles abandonarse a los brazos del otro dejando atrás lo que pudiera lastimarlos —y quién sabe...tal vez el hecho repetitivo de recordarlos hace que un día, de pronto, tengamos nuevos momentos por recordar —soltó justo antes de guiñarle un ojo y regalarle una sonrisa. Y a través del brillo en sus ojos supo que el mensaje había sido bien recibido.


**


La tensión sexual del camerino fue cambiada por una incomodidad inmanejable a la hora de la reunión de trabajo que tenían planificada. Puesto que estuvieron más de la cuenta de histeriqueo en histeriqueo, al llegar a reunirse con el grupo solo quedaban libres dos sillas, y al lado de una de ellas estaba sentado Horacio. Por supuesto cada quien estaba en lo suyo y solo ellos tres llegaron a percibir ese malestar. Juan cobró algo de velocidad en sus pasos para tomar la delantera y quedar sentado al lado de su compatriota. Pero ella leyó sus intenciones, lo alcanzó y con mucho disimulo lo tomó de la mano y tiró para llamar su atención. Al voltearse, primero miró sus manos que volvían a estar unidas provocando ese chispazo que jamás desaparecía, recién después de vibrar con esa sensación la miró a los ojos y leyó en ellos un pedido de calma. Avanzó un paso hacia ella sin abandonar su mirada, suspiró y le dejó el paso libre. De este modo, ella los separaba intentando evitar cualquier situación posible. Segundos después de acomodarse en los asientos apareció Nicandro acompañado de varias otras personas, entre ellos Sebastián Rulli.

CAMERINOS DE FUEGO *Un amor a escondidas*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora