CAPÍTULO LVIII. Locos de amor

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Juan tocó la puerta del camerino y antes de que ella abriera se hizo a un lado, dejando su brazo derecho extendido, exhibiendo su presente, de modo que cuando Itatí abrió resultó gratamente sorprendida.

—¿Y esto? —preguntó sonriente tomando el detalle en sus manos.

—Una rosa eterna —respondió Juan observando la luz que irradiaba su sonrisa al admirar la extraordinaria belleza de una rosa roja contenida en una pequeña caja acrílica —pasé por una florería, la vi y supe que era para ti —sonrió.

—¿Por qué eres así? —preguntó con ternura.

—¿Cómo?

—Tan detallista —lo miró obnubilada —pasa —pidió apartándose para que pudiera entrar —siempre tienes algo para sorprenderme, para mimarme —colocó la caja sobre su tocador y se dirigió a sus brazos —¿te confieso algo? —habló aferrada a él.

—A ver —la rodeó con ambos brazos y jugó con su cabello. Las palabras fueron pronunciadas contra su cuerpo y en un volumen inaudible —perdón, no escuché nada, mi amor —comentó retirándola de sus brazos —¿y esas lágrimas? —llevó sus pulgares a las mejillas y cortó ese recorrido cristalino —¿qué pasó? ¿hice algo?

—Sí —respondió secando sus ojos y luego de un suspiro continuó —haces que cada día me enamore más —se quejó con ternura y le provocó una sonrisa.

—Y yo cada día te amo más —confesó tomándole el rostro con ambas manos.

—Pero yo estoy en considerable desventaja —soltó.

—¿Por qué dices eso?

—Porque todo el tiempo tienes un detalle para mí, una sorpresa, un mensaje, cosas bonitas...

—¿Y está mal?

—No —sonrió —pero me siento en desventaja. Primero, porque no es muy conveniente para mí que me tengas tan enamorada —dijo haciéndolo reír —y segundo porque no me das tiempo a responderte que ya tienes otro detalle para mí.

—Ok. Vamos por partes. Primero, es absolutamente conveniente que estés tan enamorada —jugó atrayéndola y pegándola a su cuerpo —tú no tienes idea de cómo me tienes a mí. Te basta mirarme con esos ojitos tiernos y ya tienes de mí lo que quieras —confesó una vez más —y segundo, ¿quieres convertir esto en una guerra detallista? —rió —además no es cierto que no tengas respuesta. Yo recuerdo muchas sorpresas y detalles que... —se acercó a su oído y susurró —me enloquecieron completamente. Y otros que me llegaron al corazón. Para mí que estamos iguales.

—¿Te parece?

—Sí. Al menos hasta que te de otras cosas que tengo en mente...

—¿Ya ves? —se separó de sus brazos —siempre estás listo.

—Eso ni dudarlo —soltó albureándola completamente —oye, pero no creas que vine solo para traerte la cajita.

—¿Ah, no? ¿Y a qué más viniste? —coqueteó con él.

—A hacerte una invitación. Bueno —se corrigió —dos invitaciones.

—A ver, cuéntame.

—¿Quieres venir a cenar esta noche a mi casa con tus hijos? Me gustaría pasar un momento... familiar y además me gustaría que tú y Jose se conocieran más. Digo, ella es una gran amiga, tú eres —hizo algo de suspenso y posó sus manos en la cintura de ella —mi novia —completó sonriendo —me gustaría acercar las partes.

—¿Eres mediador ahora? —rió —acercar a las partes.

—¿Quieres?

—Quiero —dijo plantada y con una sonrisa segura en el rostro. ¿Y la segunda?

CAMERINOS DE FUEGO *Un amor a escondidas*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora