CAPÍTULO XXIV. La propuesta

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Apoyó sus labios sobre los de ella con suavidad, abriendo la puerta por la que afloraron los deseos. Como respuesta recibió la tibieza de su boca, el calor de su corazón y el incendio de su cuerpo. Un beso apasionado, intenso, voraz que comenzaba a deshacerse del frío. Un beso infinito que llevaba consigo el deseo de imponer sus sentimientos por sobre cualquier problema. Un beso oxigenador, que paradójicamente los dejó sin aire y se convirtió en el pie para que Itatí se apartara.

—No, Juan. No —susurró agitada.

—¿Por qué? —preguntó buscando aire y volviendo a acercare a ella —¿no te gustó?

—Tú sabes que no es eso —comentó esquivándolo por muy poco.

—¿Y entonces? —la tomó de la cintura pegándola a su cuerpo y habló prácticamente sobre sus labios.

—Por favor —dijo echando la cara hacia atrás, uniéndolos más en sus pelvis. Se vio en una encrucijada. Deseaba cada contacto con todo su cuerpo, cada poro de su piel exigía esa fricción y mandaba sobre ella —no me hagas esto —pidió volviendo a colocarse cerca de sus labios. No resistió. Se apoyó sobre ellos y nuevamente se apartó —no me... —volvió a dejar un pico sobre sus labios mientras él disfrutaba de verla debatirse entre lo que deseaba su cuerpo y lo que quería su mente — no m... —sin resistencia, volvió a caer y se apoderó por completo de su boca, convirtiendo el beso en una danza perfecta. Su mente gritaba pero su cuerpo no era capaz de obedecer. Su deseo tomó el control y sin permitir que sus labios se separaran, los fue llevando hasta el sillón. Se dejó caer y lo arrastró con ella. No conseguía detenerse, por el contrario, lo besaba cada vez con más intensidad, enredando sus lenguas en un alocado intento de anudar sus cuerpos eternamente. Dirigió sus manos a su saco y apenas lo movió hacia atrás él entendió que ya estorbaba y se lo quitó. Sintió sus delgadas manos posarse en su espalda sobre la tela de su camisa y presionar con la intensión de sentirlo más, y no pudo evitar que su voz despidiera un gemido placentero. Se apartó de su boca y se instaló en la delicadeza de su cuello, erizando su piel con cada beso que dejaba allí, recibiendo en sus labios el sabor de su fragancia femenina. Algo que le encantaba. Su fetiche secreto. El sabor de su piel y de su perfume, impregnados en sus labios. La escuchó decir algo entre gemidos y jadeos pero no consiguió entenderla. Regresó a su boca y la tomó con vehemencia, tanta que Itatí no pudo impedir que su garganta expresara un quejido que en su esencia llevaba una mezcla de placer y dolor. El dolor agradable de la pasión desmedida. Deslizó una de sus manos por debajo del vestido y en el momento en que tomó contacto con la suavidad de la piel de su pierna, ella recuperó el sentido —no, no, no —dijo aun entre sus labios —¡No! Espera —exclamó intentando recuperar algo del aire que sus besos le habían robado.

—¿Qué pasa? —preguntó tan agitado como ella —yo sé que tú también lo deseas —hizo el intento de acercarse una vez más.

—Sí pero no —rechazó sus labios que nuevamente se direccionaban a los suyos como una tromba.

—Mi amor, ¿qué pasa? —cuestionó tomó su rostro con ambas manos.

—Tenemos una plática pendiente.

—Pero podemos habar después —dijo posando sus manos en las piernas e infiltrándolas por debajo del vestido.

—No —pronunció con firmeza mientras detenía aquellas grandes manos con las suyas pequeñas. Una firmeza que no sabía de dónde salía, puesto que verdaderamente no deseaba otra cosa más que hacer el amor con él —yo sí quiero que hablemos. Me gustaría escuchar todo lo que tienes para decir y que me escucharas a mí —comentó entrelazando sus dedos —quiero que seamos sinceros respecto a lo que sentimos con lo que pasó, que me digas todo lo que pasó por tu mente, que me ayudes a entenderte y a entenderme, que me entiendas también tú a mí. Hablemos con confianza —dijo acariciando su barbilla con el dedo índice derecho —yo no quiero estar contigo y pensar que a cada minuto tú estás arrepentido y lleno de culpa por estar conmigo, no quiero que este amor se convierta en una sombra en tu vida ni que cargue con una mochila tan pesada que termine por partirlo a la mitad.

CAMERINOS DE FUEGO *Un amor a escondidas*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora