Careta.
La brisa fresca de Italia impacta en mi rostro dándome la bienvenida.
Mantengo la cabeza baja cerrando los ojos aguantando los fuertes tirones que me dan, cargan conmigo como si fuera la cosa más despreciable en este mundo.
Mis brazos se encuentran presionados por las enormes manos de los agentes con una fuerza inimaginable haciéndome dar un respingo cuando me toman con semejante tosquedad.
Alec...
La sangre en mi labio se ha desplazado por mi mentón que si mal no me equivoco debe estar ahí seca, afortunadamente mi nariz no sufrió los daños de ese golpe, desafortunadamente no puedo decir lo mismo de mi quijada que para estos momentos se ha quedado dormida porque no siento esa parte mi rostro luego del largo viaje de regreso, el cual tuve una punzada de dolor justo ahí.
- Puta madre, ¿aAcaso creen que soy de plástico? -me quejo abriendo los ojos del mal trato que me están dando.
Ellos siguen dándome la estúpida ley de hielo así que solo me resigno dejando que me lleven a donde sea que tienen planeado, aunque me hago una idea que no he podido confirmar. A penas pongo un pie en la autopista y tengo a un sin fin de periodistas apuntándome con sus cámaras, enfocando directamente a mi rostro.
Una de ellas es más atrevida al momento de tratar de acercarse aún más a mí.
Lanzó una mirada radioactiva que los congela en el lugar, la reportera palidece junto con el camarógrafo retrocediendo unos pasos más lejos de nosotros.
En Italia el apellido Ferrari resuena demasiado, nos tienen miedo.
Pongo más atención a mi alrededor, entrando en cuenta la cantidad de personas que se encuentran en la pista, no son cualquier tipo de personas, son militares, policías y los agentes se han multiplicado respirándome en la nuca, dispuestos a atacarme con algún movimiento brusco que haga.
Los militares y los agentes se mantienen serios, inspirando intimidación con sus ojos puestos en mí mientras que los policías no saben dónde esconderse y evitan mirarme.
El sonido de una segunda avioneta aterrizando se hace presente en la pista, el grupo de periodistas corren a su llegada, los policías por fin optan por una posición firme con su vista al frente y el mentón en alto, los demás mantienen la posición hace una hora.
«Están quietos, muy quietos, tanto que no los he visto parpadear, ¿Será que parpadean al mismo tiempo que yo?, y por ello no lo noto ».
Un militar se planta frente a mí tapándome el espectáculo de enfrente, hago contacto visual con él, para ver quien parpadea primero, doy tres parpadeos rápidos preparándome antes de dejar mis ojos bien abiertos.
No hace ni una sola expresión facial, su cara parece tener impregnada la misma expresión, luego de varios segundos empiezan a picarme pero quiero ver hasta dónde llega su habilidad de no parpadear.
Por otro lado, yo si hago muecas, arrugo mi frente, giro los ojos constantemente y él parece no haber parpadeado en toda su vida porque se mantiene tan tranquilo como si no parpadear fuera algo cotidiano y súper normal.
Mi concentración está cien por ciento en esta competencia, entrecierro los ojos.
- Tengo ganas de hacer pis, pero te voy a ganar en esto porque no pienso perder, soy muy buena así que atento calvito -giro rápido mi cuello mirando por menos de un segundo a otro lado.
- ¡Te estoy viendo! -advierto para que no me tome a la ligera porque si parpadea lo voy a notar, vuelvo a repetir el movimiento-. ¡Te vi! -vuelvo a decir pero sigue en el mismo estado-. Me dio un poco de airecito y ya me pican los ojos, mejor no me muevo -vuelvo a mi posición recta.
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Tentando al Diablo © +18 | Libro #1 | Genes Perversos
Mystery / ThrillerLibro 1: El Diablo corre por mis venas. Iris Ferrari vive en una comunidad regida por un General que se cree rey y puede manejar a todos como le dé la gana, además de ser su padre. Esta es nuestra comunidad, nuestro pueblo, somos Legislazione. Nadie...