Capítulo 32

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Cavando tu propia tumba.

Cassian Fischer.

El inmenso jardín de esta fortaleza se cierne frente a mí en lo que el cielo claro se torna oscuro con la llegada de la noche, avanzó hasta las filas de guardias que entrenan en las afueras de la Dimora. El lugar no es la gran cosa, pero caben todos. Paso la cortina negra encontrándome con ellos bebiendo cervezas, otros entrenando y algunos dormidos en los sillones.

Los que entrenan no son muchos, ya que son pocos los que no se distraen con las mujeres que se pasean con las bebidas en las manos.

Mendoza, el jefe de la guardia se me acerca.

- Cassian, ¿Qué te trae por aquí? –Me palmea el hombro-. No te habías aparecido por un buen tiempo.

- He estado ocupado con la ida del Capitán a Alemania, y ahora que volvió he tenido que ponerlo al día con los negocios.

- Arduo trabajo –dice y cuando está a nada de decir algo, se distrae viendo el dispositivo que dejó encima de la barra.

Empieza a parpadear, dos veces piña, y gracias a la capacitación que me dieron sé que significa cambio en los túneles.

- Quédate un rato, podremos ponernos al tanto en cuanto regrese –se coloca el chaleco- ¡Jairo, ofrece una cerveza! -le pide a su compañero de al lado que está sentado en uno de los sillones largos.

El hombre ebrio levanta una cerveza que le quita a una de las domésticas que pasa con algunas dentro de la bandeja.

- Bebe un poco chamaco y deja de pensar en el trabajo. No dejes que te cojan los huevos –Jairo, uno de los guardias que bebe me entrega la cerveza -. ¿O no Gerónimo?

Hace un gesto con la cabeza al guardia que está en el otro sillón.

- Aquí eres libre de hacer lo que quieras –me habla otro guardia hipiante que está del otro lado-. Como cogerte a una de estas viejas –una doméstica pasa por su lado y le agarra el culo-. El General nos las mandó a estas hembritas.

Miro a las putas pasearse, pero ninguna de las que me hace ojitos o insinúa me apetece. Yo quiero escalar más alto, y ninguna de ellas tiene el poder ni la influencia de la que tengo en la mira.

La hija del General, ese si es un pez gordo que pienso atrapar de una manera u otra.

Así tenga que hacerme el sumiso en su presencia, ella va a ser para mí.

No me importa el Capitán, podemos ser muy hermanos y todo lo que quiera, pero yo tengo otros objetivos en mente. No me conformo con ser una simple mano derecha, yo quiero crecer, llegar a los puestos mayores, donde están los importantes, no quiero vivir a la sombra de alguien.

- El General es tan considerado –habla uno con los ojos brillosos-. Por eso le rindo mi respeto y muero por él sí es necesario.

Lo venera mientras se da palmadas en el pecho, sus demás compañeros explotan en carcajadas.

Ese bastardo, al que le hago caso por obligación. Fue quien me quitó todo lo que había conseguido.

Ya estaba todo organizado y planeado hace cuatro años. Alec se iría a Italia mientras yo me quedaría a cargo de Alemania y su comunidad, pero el General tuvo que meter la nariz en lo mío.

- ¡Cambio de turno en los túneles! -grita Mendoza-. Escuadrones de Guido y Cándido, ustedes harán el cambio –aplaude apurándoles-. ¡A trabajar señores!

Dejan de entrenar, se ponen las camisas reuniendo a su gente y salen por las cortinas. Mendoza les da varias indicaciones a los guardias que reconozco y que son de la señorita Iris.

Tentando al Diablo © +18 | Libro #1 | Genes PerversosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora