Capítulo 12

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Islas Seychelles II.

Iris Ferrari.

Camino detrás de él, sigue sujetando mi muñeca. El tacto sobre mi piel es electrizante y me reclamo a mí misma porque me estoy dejando guiar por él, pero mi deseo y mis pies no están conectados por lo que hacen cosas totalmente diferentes.

Atravesamos una inmensa selva, casi cubre una parte de la Isla y no está tan apartada del hotel.

Está metiendo al diablo en su cueva.

Puede que sea peligroso para mi mundo y familia, tanto como para mí, pero no puedo evitar sentir atracción por este hombre. Me gustan así, manipuladores, que se creen superiores, indestructibles y persuasivos.

Gustaban querrás decir, Iris.

Paramos cuando un arroyo aparece frente a nosotros, me suelta para subirse primero a una roca, ayudándome a cruzar y extiende su mano para que la tome nuevamente, lo hago quedando en la misma roca. Nuestras miradas se cruzan y estoy a centímetros de su boca, paso mi lengua por mi labio inferior, desviando sus ojos a mis labios.

- Que caballeroso -le sonrió irónicamente y vuelve a mis ojos.

- Me hablas a mí -se separa mirando a todos lados-. Pensé que te habías quedado muda, como no has dicho ni una sola palabra en todo el camino -le volteo los ojos.

- Quizás porque me trajiste contigo sin dejarme alegar nada -pongo mi dedo índice sobre su pecho, acusadoramente.

- Tú te has dejado, no te he traído obligada. Si quieres puedes regresar por dónde vinimos -aparta mi dedo y me surgen unas ganas de enterrarle una navaja, pero terminó salvándolo de una picadura.

- ¿Qué haces? ¿Estás loca? -pregunta cuando le doy una palmada en el cuello.

- Tenías un mosquito -enseño mi mano con su sangre y el insecto aplastado.

- Fue una buena palmada -dice sarcásticamente mientras toca el lugar enrojecido por mi marca.

- No fue nada, ya podemos seguir avanzando.

No llegue hasta aquí para devolverme.

- ¿Desesperada? -vuelve a la actitud divertida-, estamos por llegar -me guiña un ojo volteándose para que lo siga, pero voy hacia el lado contrario de vuelta al arroyo para lavarme las manos.

Me agacho de una forma para nada decente y la fina tela que ni siquiera oculta mi bikini no deja nada a la imaginación. Froto mis manos sumergidas en el agua sacando la suciedad y siento su mirada penetrante en mí.

- Pareces un acosador, deja de mirarme el trasero -digo sintiéndolo cerca.

- Creo que tienes un mosquito, pero no veo muy bien desde aquí -se va acercando aún más y ahí es cuando me incorporo de nuevo abofeteándole la mano ante sus intenciones.

- Apresúrate, tengo que regresar -le pasó por un lado.

- No sabes por donde es -toma mi muñeca posicionándose adelante-. Déjame llevarte -una risa inevitable se apodera de mi boca-. ¿De qué te ríes?

- De nada -me mira entrecerrando sus ojos-. Tu solo llévame -recalco la última palabra.

- Es exactamente lo que hago -su voz es desafiante, pero sigue caminando como si nada.

¿Está retándome?, veamos hasta donde llega con esto.

Luego de unos minutos estamos frente a una cabaña de madera, tiene varias ventanas, está en medio de la nada, solo nos rodean árboles gigantes junto con la flora y fauna del lugar.

Tentando al Diablo © +18 | Libro #1 | Genes PerversosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora