Capítulo 19

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Vía de escape.

Iris Ferrari.

Me tiré de la ventana del baño, prácticamente dos pisos se interponían para poder tocar el suelo.

Si no tuviera experiencia en esto, probablemente me hubiese roto algunos huesos o conseguido una lesión, pero mentiría si dijera que nunca me he tirado de grandes alturas solo por escapar, además tengo que admitir que valió la pena venir a jugar con mi presa, es muy bueno con la lengua.

Declino los pensamientos que resurgen rápidamente de mi cabeza. Entre arbustos escondo todo mi cuerpo, el maldito edificio está rodeado por agentes, y mi única solución es esperarlo en medio de esta maleza.

Está tardando.

Hombres y mujeres vestidos de trajes negros especiales con chalecos antibalas, merodean la zona constantemente buscando alguna señal de lo que creo que es mi paradero, cargan armamento pesado en las manos por lo que me ven como una gran amenaza para ellos. Agentes bajan del edificio dando órdenes a los que se encuentran allí, pero no logro escuchar nada porque están a varios metros de mí.

Cuando caí aproveche que su objetivo fijo estaba en subir al edificio, por lo que tome ventaja avanzando unos metros hacia los lugares verdes de los que se rodeaba el edificio, los cuales se encontraban en el parqueadero.

Un muñequito vestido de civil con un chaleco antibalas sale del edificio, el azul de sus ojos muestra la indiferencia que siempre se centra en ellos, unas pequeñas arrugas le aparecen en la frente cuando comienza a demandar órdenes a los agentes, señalando varios sitios del edificio, y sus alrededores, después de mandar a algunos agentes a buscar en todos los rincones del lugar se lleva una mano al bolsillo de sus vaqueros, saca el celular y lo lleva a su oreja.

La flexión que ejerce en su brazo para doblarlo me seca la boca, los músculos se le marcan, y un deseo surge, tocarlo.

Las luces parpadeantes de una camioneta logran sacarme de la ensoñación en la que estaba teniendo con el hombre al que miraba tan fijamente hace unos segundos que en algún momento puedo haberla sentido. Los vidrios polarizados no me dejan ver al conductor o tal vez acompañante, pero en el momento en que la ventana desciende y una mano enguantada indica con sus dedos que me acerque sé que es hora de moverme.

Escándalo en camino.

Acomodo mi cabello sacando algunas hojas enredadas en él, sacudo mi vestido ajustado que se rasgó en la parte de abajo con algunas ramas y vuelvo a calzar mis tacones negros, con una apariencia más presentable me dispongo a caminar con tranquilidad absoluta hacia la camioneta. Estoy desarmada, no traje ningún objeto con él que pueda defenderme, sin embargo me basta con mis manos y pies.

A mitad del camino siento varias miradas sobre mí, pero una en específico me atraviesa con todo y alma, es tan intensa que me detengo en seco girándome a un costado.

No manda a que vengan por mí, él mismo lo hace a grandes zancadas, algunos agentes lo resguardan con armas en mano, nadie dispara, pero se mantienen alerta, aunque no me esté moviendo ni tenga intenciones de hacerlo.

Ellos avanzan a una gran velocidad ya que llevamos una buena distancia de diferencia, cada vez se encuentran a menos pisadas, el silencio es cubierto por las suelas estrellándose contra el suelo asincrónicamente, no inmuta ninguna palabra, pero su mirada es una muy clara advertencia, de quédate donde estás.

El océano oscurecido de sus ojos me tiene tan atrapada que casi ignoro el segundo sonido presente en la escena, es un motor de un vehículo, lo que hace que los agentes se alteren preparándose para disparar, pero antes que alguna bala se me cruce la camioneta se atraviesa en mi visión de enfrente y la puerta del conductor ya está previamente abierta para que me suba.

Tentando al Diablo © +18 | Libro #1 | Genes PerversosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora