Capítulo 42

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Fuoco Che Brucia.

Mi tercer día en Alemania comienza, y puedo decir que no he visto mucho de la ciudad, aunque no creo que sea nada del otro mundo.

No digo que no sea un lugar bonito, pero he viajado a muchos lugares y este es solo otro destino más para mí.

Estiro los brazos luego de pasar una noche más en esa habitación sin poder pegar un ojo en toda la noche como las anteriores.

Me restriego las manos en la cara y tomo mi celular de la mesita, asegurándome de que lo que está abajo ya haya comido.

Mis hombres no me dan la respuesta que quiero y suspiro con pesadez mientras me incorporo, sentándome en la cama.

Drake no ha querido comer, y no me va a tocar de otra que bajar a obligarlo.

No he querido bajar, porque sigo con esa amargura en la boca de haber visto a Lara. Imaginar sus manos sobre él, solo me dan ganas de vomitar y tiro mi celular a la pared mentalizándome que es su problema si no quiere comer, por mí que se muera de hambre.

¿Otra mentira para ocultar lo mucho que te importa?

- ¿De nuevo no pudiste dormir? –me pregunta Isabelle a mi lado, volteo a verla bostezar.

- Nada aún.

Se estira en su puesto, moviendo su cabello hacia el otro lado de la almohada, acomodándose hacia el lado que estoy, apoyando su codo en la almohada mientras con su mano sostiene su cabeza.

- ¿No has pensado en tomar algún medicamento? –pregunta, ahora con preocupación.

Sacudo la cabeza.

- No dormir durante semanas es peligroso, Iris, sabes de medicina, si quisiera podrías ser hasta doctora y estoy segura que conoces bien las consecuencias. Ten cuidado.

Esas consecuencias son mi menor preocupación ahora.

Recojo mis rodillas, apoyando mi cabeza en ellas.

Tengo constantemente el mal presentimiento de que si me duermo, alguien me pueda joder y esa es la razón por la que no quiero quedarme dormida.

- Tal vez comience a tomar pastillas para dormir –digo, y pone una de sus manos en mis piernas.

- Te sentirás mejor –soba mi pierna, para luego volver a caer en la almohada-. ¿Qué tenemos hoy en la agenda?

- Reunión en el ayuntamiento –me pongo de pie-. Alec tiene que ir a reclamar la herencia que le dejó su madre, y yo como su cónyuge tengo que estar presente para la repartición.

- ¿Sigue sin hablarte?

- Si, y no creo que lo haga pronto.

- Enserio está molesto, ayer te ignoro por completo en el funeral.

El entierro de la madre de Alec fue ayer.

La comunidad entera estuvo presente dándole las condolencias a mi esposo, por decreto del mismo es que todos pudieron asistir, y es que eso estuvo lleno de personas, sin duda Alec es muy querido en su comunidad.

Porco casi que no se digna a venir porque según él, la realeza no se junta con la servidumbre.

Sin embargo, para aparentar tuvo que venir al entierro de su esposa, ya que si se quiere ganar a los alemanes sabe que tiene que asistir a cosas que no le gustan, debido a que los alemanes son muy recelosos con la familia.

Para ellos los Meyer lo son todo y si tiene que fingir que le importo la muerte de Morgana, lo hará sin pensarlo dos veces.

- Aunque si fuera por mí él puede quedarse con todo –me encojo de hombros, no me quita el sueño participar en la repartición de bienes-. Sin embargo Porco no lo aceptaría y por ello estoy obligada a asistir. Ya sabes que él siempre se quiere quedar con todo y más si no es suyo.

Tentando al Diablo © +18 | Libro #1 | Genes PerversosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora