Ardor.
Me duele la espalda, capaz se deba al hecho de que cuando me desperté estaba toda atravesada en la cama.
Trato de relajarme en la silla, mientras un servo me sirve el desayuno.
- Sin ofender, sobrinita, pero tienes cara de muerta –me dice Angelo, quien es el único despierto además de mí.
Le pongo mala cara.
- Pásame la mantequilla –le pido, él me la pasa cámpate y me mira.
- ¿Un gracias tío favorito tal vez?
- Un no me hables que no estoy de humor podría ser.
Sí, estoy con un humor del demonio y cualquiera que se me acerque con cualquier estupidez le voy a escupir en la cara y si, es literalmente.
Pongo bruscamente la mantequilla en mi pan como si de alguna manera tuvieran la culpa de todos mis problemas.
Angelo sutilmente se mueve en la silla un poco más lejos de mí.
- Siento pena por ese pan, nah mentira yo no siento –dice Stela llegando.
- Edna moda, menos mal que llegaste. No podía más con este silencio.
Solo habían pasado cinco minutos desde que hablo.
Stela gira los ojos y toma asiento dejando dos puestos de diferencia entre ella y Angelo.
- Buenos días, sobrinita.
Levantó inmediatamente la vista cuando veo a Piero, pero recuerdo que el cabello le tapa los ojos y me vuelvo a amargar en mi asiento.
- Te aconsejo que si valoras tu vida no le hables, Slenderman. Lleva así toda la mañana.
Muerdo mi pan.
Piero camina hasta sentarse a mi lado en el comedor. Me da una sonrisa antes de poner detrás de sus ojeras un mecho de su cabello, dejando descubiertos uno de sus ojos.
Por poco y levantó una de las comisuras de mis labios.
- Estamos comiendo, tapa esa asquerosidad –se queja Angelo.
Le entrecierro los ojos a Angelo.
- ¿Saben? –se levanta Angelo con su plato-. Puedo comer en otro lado.
Alec viene entrando por la puerta.
- Mejor me quedo -vuelve a su puesto.
Mira a Piero con una sonrisa, pero aparta la mirada cuando se acuerda de su ojo.
Stela ajena a su alrededor, se concentra en su desayuno.
- Buenos días, liebe.
Frunce el ceño cuando nota a Piero a mi lado.
- ¿Quién eres?
- Piero Ferrari –se levanta para darle la mano.
- Disculpe -su cara se transforman en cuanto ve su ojo-. Alec Meyer.
- El capitán -enarca una ceja-. El hombre que está casado con mi sobrina, por fin tengo el gusto de conocerlo -le prieta la mano algo más de lo necesario.
Piero le sonríe con ironía disfrazada de diversión mientras Alec se nota bastante incómodo mientras ve su ojo y es uno más de los que le aparta la mirada.
Él no lo hacía.
- ¿Dormiste bien? – me pregunta Alec sentándose en el espacio a mi lado que queda libre.
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Tentando al Diablo © +18 | Libro #1 | Genes Perversos
Misterio / SuspensoLibro 1: El Diablo corre por mis venas. Iris Ferrari vive en una comunidad regida por un General que se cree rey y puede manejar a todos como le dé la gana, además de ser su padre. Esta es nuestra comunidad, nuestro pueblo, somos Legislazione. Nadie...