Capítulo 28

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El farsante.

Esposo de Iris.

Alemania.

Una semana después.

Un pueblo algo aristocrático se cierne en mi balcón algo no muy lejos de mi posición, la noche siempre me ha parecido tan fascinante como emocionante, aunque haya estado un centenar de veces aquí, no deja de parecerme maravilloso, hace que mis ganas de vengarme se aplaquen un poco, pero solo una mínima parte, porque en verdad no puedo esperar para derramar sangre.

La mujer que baila delante de mí casi desnuda, tiene mucho de ella físicamente, pero no tiene nada de lo que tiene ella, y eso me fascina, que nadie pueda crear la misma satisfacción de ella en mí.

Esa mujer de ojos grises, es extremadamente exquisita, toda ella, no hay nada en ella que no me parezca primoroso y terriblemente perfecto.

Ella con su aura peligrosa, pero a la vez tan malditamente frágil, está amoldada a mi manera, y eso es lo que me encanta, que sea mía y solamente mía, como ella puede considerarme enteramente suyo.

Su alma está entrelazada con la mía por siempre y nadie podrá romper eso.

- Capitán –uno de mis hombres toca la puerta-. El inversionista ha llegado.

Le hago una seña a la mujer para que se acerque mientras dejo el vaso con licor a un lado.

- ¿No le ha gustado el baile, señor?

- No hables, por favor, lo arruinas todo –le pido-. Calladita te ves mejor, pero repíteme una vez más quien eres.

- Soy Iris Ferrari, próxima heredera, hija del General de la mafia –contesta obediente, y ahora que la veo de cerca, sus ojos se asemejan mucho a los de ella, pero la forma de su boca al hablar es lo que no me termina de gustar.

- Excelente –la felicito-. Lo hiciste muy bien, lástima que no seas ella –le apunto con el arma y disparo.

Su cuerpo cae, y la sangre que escurre hasta mi paradero no es suficiente, nada lo es últimamente para mí, debo tenerla a ella, tengo que volver a verla.

- Háganlo pasar –vuelvo a tomar el trago, dejando el arma a un lado.

- Señor, un gusto poder coincidir de nuevo –saluda inclinándose un poco hacia adelante-. Me alegra saber que quiere continuar los negocios.

- Al punto –digo sin rodeos.

- Claro señor –comienza rodeando el cuerpo, el cual no comenta nada al respecto.

- Siéntese –señalo el puesto de al frente.

El maletín que carga queda en la mesa, y procede a abrirlo haciendo un resumen del contrato, el cual pido revisar a lo que accede, me tomo mi tiempo volviendo a releer los puntos que acaba de mencionar, y cuando no encuentro ninguna falla estoy listo para firmar.

- Tenga la pluma –me la ofrece.

- No quiero ninguna treta –dejo claro, mientras leo una última vez.

- Me asesinaría si lo hiciera, Capitán –saca los fajos de billetes del maletín, dejando unos cuantos en la mesa.

Firmó el contrato, dando un paso delante de todos, y un ligero sabor a victoria se avista por mi boca, es solo una probadita de lo que puedo hacer, vamos a ver como se lo toma mi querido suegro.

- Muy pronto Alemania volverá a ser suya –asegura Santiago-. Usted volverá a estar al mando, como debió ser desde un principio.

- Estas en lo correcto –no dejó de apreciar el cuadro arriba de la chimenea.

Tentando al Diablo © +18 | Libro #1 | Genes PerversosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora