Pov Robert🥀
–Y ese es básicamente todo el...chisssme– se termina su copa de un solo trago –¿Pero sabe qué? yo estoy...bien– hipa –...Solo me molesta que él sea tan tosico– ríe a carcajadas –Que palabra tan chistosa.
–Voy a pedir la cuenta– busco con la mirada el mozo más cercano.
–¿Ya se quiere ir? No no no, mejor pidamos otra botella de...¿Cómo se llamaba el vino?
–Penfolds Grange– agotado me acaricio la sienes.
–Pelfol Granja, sip, eso– me señala burlona –Es muy rico. Usted puede pagarlo ¡vamos! ¡no sea...tacaño!
La miro desafiante y niego, sin éxito de intimidarla. Ella agarra la botella vacía intentando servirse más bebida.
–Es la tercera botella que toma. No pediremos más– me levanto impaciente.
–Por favor, no sea mal jefecito– se queja imitando mi acción –¡Solo cinco minutos más! Podemos pedir otro flan si quiere.
Ignorando sus palabras le hago una seña a un mesero para que nos de la cuenta y podamos irnos, a lo que él asiente dando media vuelta.
El alcohol y la vulnerabilidad emocional no hacen buena pareja, eso todos lo saben, pero pocos hacen caso. Un ejemplo es mi secretaria, que de alguna manera tenía que desahogar conmigo esos malo sentimientos hacia su novio, ya no habría podido decírselo a él por su buen corazón y gran empatía.
Empatía. Una palabra simple pero con un significado complejo.
–Martina ya deje en paz esa botella. No hay más vino, supérelo– molesto le quito el recipiente de las manos y lo dejo en la otra punta de la mesa.
–Dos años. Dosss añoos– me muestra su dedo índice y mayor –Y el tarado solo me hace una escena de celos ¿No cree que debería irse a la mierda?
Tomo sus manos para dejarlas abajo, está llamando la atención de los demás y es lo que menos queremos.
–Entiendo su sentimiento pero...
–¡Usted quería escucharme! Ahora se queja. Ustedes los hombres están locos...– niega riéndose –¿Sabe qué es lo peor que siento ahora?
Niego acercándome a ella.
–Que estos últimos días– hipa –...mi amargado, arrogante, y hasta mal educado jefe, ha actuado mejor conmigo que mi novio en nuestro aniversario– frunce su ceño y mira hacia abajo –¿Sabe cómo se siente eso? Horribleeee.
Sus hipidos aumentan, cierra los ojos y algunas lágrimas empiezan a bajar por sus mejillas.
Empatía. Un sentimiento que no podemos evitar pero si lo intentamos ignorar solo incrementa.
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Señorita Stoessel
Hayran Kurgu−Mi nombre es Martina Stoessel, pero me puede decir Tini, señor− sonrío tendiéndole la mano. −Señorita Stoessel, bienvenida− dice con desgana sin apartar su mirada de la computadora. Confundida bajo mi mano. −Espero que no vuelva a venir con esa rid...