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Julio 16, 2018
18:55 Pm

J A E D E N

Veo a Taurus volver a doblar y estirar su brazo luego de cerrar la puerta de la sala de boxeo. Dejamos el entrenamiento hace unos quince minutos, pero es al menos la cuarta vez que lo hace. Debe de haberle quedado doliendo del entrenamiento.

—No está nada mal, pero debemos seguir practicando— se detiene, y por instinto lo hacemos nosotros también. Su mirada vaga por si alrededor antes de llegar a nosotros. —No podemos siquiera perder un round. Debemos seguir demostrando que tenemos el poder aquí.

—¿Que no está nada mal?— alzo las cejas. —Tío, no hay manera de que podamos perder.

—No todos tenemos tu arrogancia— comenta Astra mirándome con la misma expresión denigrante que me suelta a veces. Como si no creyera que tal clase de espécimen le esté hablando.

—No es arrogancia, es simplemente saber de lo que soy capaz. De confiar en mí.

He entrenado sin parar durante años, he peleado en todas partes con el único fin de no volver a ser débil frente a nadie, y sigo mejorando cada día. No creo que hablar sobre lo que haces bien debiera ser considerado como ser arrogante, sino como estar orgulloso de uno. Porque toda esa mierda no te la enviaron gratis por correos. Hubo sudor, esfuerzo y hasta lagrimas por detrás. Impulsado por mucho dolor también.

Aunque para este punto ni siquiera sé porque me molesto en comentárselo. La verdad es que se de sobra que Astra y yo tenemos pensamientos muy distintos. Nos acostamos y notablemente nos soportamos mucho más, pero eso no cambia quienes somos.

—¿Con cuantas pelearás esta vez?

—Una— por la expresión en su rostro me queda más que claro que para ella no es suficiente. A veces, cuando tienen unas actitudes tan similares a las mías, es que entiendo por qué jamás pude mandarla a la mierda. Me jodía, pero yo también dejaba que lo hiciera. Me divertía argumentar con ella. Astra, en gran parte, es como me veo a mí mismo. —Creo que habrá muchas peleas esa noche.

—¿Qué es lo que ha dicho sobre mis peleas?

—Partes con una. Si ganas, serían tres.

Me froto la frente algo molesto, y abro la boca para responder algo, pero un conjunto de murmullos me corta. Taurus y Astra son los primeros en voltearse, y yo los sigo por instinto. Todas las miradas están puestas en el ascensor, donde baja un alguien.

Damos un paso al frente para entender mejor a que se deben los quejidos. Las manos del hombre tiñen de rojo las paredes transparentes del ascensor, y casi parece doblarse en dos cuando el ascensor se detiene con su habitual movimiento brusco. El hombre se apoya en las paredes del tuvo para darse impulso y avanza fuera. Un rio de sangre le sigue los pasos, pero no alcanza ni siquiera a poner un paso de distancia. Un instante después cae de rodillas y suelta un quejido de dolor que nos silencia por completo.

—Mi... familia— gime.

Lleva la mitad superior de la ropa hecha jirones, y el resto, teñida con el líquido carmesí que se le derrama por los dedos apretados contra su estómago, siguiendo el camino de la gravedad hacia el suelo. Parece estar sosteniendo algo contra el lugar de donde proviene la sangre, pero la distancia no me permite verlo bien.

La situación no me deja pasmado de la misma forma que todos los demás, quienes ni siquiera han intentado moverse de su lugar, pero no lo conozco, y hay algo en él que me causa mala espina. Por eso me mantengo donde estoy.

Perfecto Impulsivo | Titanes IV |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora