CAPÍTULO IV

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El día siguiente a las cinco y media de la madrugada ya me encuentro en el lobby de su edificio. Tengo un sueño terrible ya que me levanté muy temprano para poder alistarme y llegar a tiempo. Además, tuve que ponerme dos capas de corrector para cubrir mis ojeras y tomarme un buen café cargado. Espero que no me dé dolor de estómago ya que el café me hace daño.

Subo al elevador, ingreso la clave y cuando llego al penthouse no hay ni señales de Leo ¿Se habrá quedado dormido? Decido ir hasta su habitación para averiguarlo. Casi nunca entro aquí, pero la situación lo amerita. Abro la puerta y efectivamente el señor se ha quedado dormido, por lo que me acerco sigilosamente a él para despertarlo

— Señor debe levantarse — Sacudo su brazo y nada. Me acerco a su oído para que me escuche — ¡Señor Hertzman debe levantarse! — Le hablo considerablemente fuerte, y enseguida se despierta sobresaltado.

—Joder ¿Podrías gritar menos? —cuestiona achicando sus ojos para tratar de enfocar su visión — ¿Qué hora es?

— Las seis de la mañana, señor.

— Mierda, debo ducharme ahora mismo —no puedo evitar paralizarme al escuchar esa palabra de su boca, por favor otra vez no, por favor otra vez no. —Selecciona un traje negro y unas zapatillas de los que están en closet y déjalos en mí cama.

—¿Algo más, señor?

—Llama a Elian, para saber si ya está aquí y que aliste la camioneta.

—Enseguida —contesto y me retiro de su habitación. Marco rápidamente el número de Elian y espero a que atienda.

— Gianna.

— Sí, Elian el señor quiere saber si ya has llegado.

—Dile que ya estoy aquí, y que la camioneta está lista. Estoy esperando a que bajen.

— Excelente, él se quedó dormido por eso nos retrasaremos unos minutos, te aviso cuando estemos bajando ¿de acuerdo?

—Está bien, aquí los espero —finalizo la llamada, y me dirijo a la cocina para prepararle un café con leche a Leo. No ha comido nada, y cuando tiene hambre se pone aún peor de lo que ya es.

Minutos después Leo aparece ya bañado y muy bien vestido, veo que viene arreglándose la corbata y al parecer no tiene ni idea de cómo colocársela. No quiero intervenir, pero estamos perdiendo mucho tiempo y ni siquiera sé a dónde vamos.

—Déjeme ayudarle con eso —me acerco a él, esperando su respuesta y milagrosamente asiente. Estoy lo suficientemente cerca de él como para sentir su respiración, tomo la corbata y la acomodo en el cuello de la camisa y hago todo el procedimiento hasta que su corbata está bien puesta —Listo —digo subiendo mi mirada percatándome de que él tiene su vista fija en mí. No dice nada, solo me observa, y me estoy poniendo incómoda. — Le he preparado un café, para que al menos tenga algo en el estómago —digo para romper la incomodidad del momento.

—Tráemelo, lo llevaré —así que obedeciéndolo voy por el café, nos subimos a el elevador y se lo entrego. Me acuerdo de enviarle el mensaje a Elian y le escribo brevemente que ya vamos bajando.

Llegamos hasta el estacionamiento y ahí está Elian, esperándonos. Caminos hasta el auto y cuando me ve me dedica una sonrisa. Sonrisa que no pasa desapercibida para el señor, ya que le da una fría mirada al chófer.

—Buen día señor —lo saluda él.

—Muévete que llegaremos tarde —es la respuesta cargada de desprecio que le da Leo.

Nos subimos al auto, y nadie dice nada en todo el camino. El ambiente se siente tenso y cuando hemos llegado a la disquera, Leo baja primero del auto y yo me quedo adentro para despedirme de Elian.

—¿Estás bien? — Le pregunto y este se gira para mirarme.

—Sí, no te preocupes ya estoy acostumbrado —replica dedicándome una sonrisa de labios que yo también le devuelvo.

— ¡Gianna no tengo tú maldito tiempo! —el grito del demonio nos sobresalta.

—Ve, no queremos que se ponga como loco.

—También estoy acostumbrada —digo dedicándole una última sonrisa y un apretón de hombros para luego salir del auto.

Lionel ya está dentro del edificio y me acerco a paso apresurado para alcanzarlo. Cuando ya estoy cerca me sujeta del brazo de improvisto y me acorrala contra la pared, acerca su rostro a centímetros del mío. Puedo ver su cara roja como si estuviera furioso y sus ojos como si quisiera matar a alguien. Sujeta fuertemente con su mano mi barbilla y me aprisiona contra la pared.

— Escucha bien esto Gianna porque no lo volveré a repetir. Que sea la última que te veo perdiendo el tiempo con el chófer, porque no sólo lo voy a despedir a él, sino que a ti también — Espeta que con rudeza.

— Señor, no estábamos haciendo nada malo, solo me estaba despidiendo de él — Trato de replicar.

— ¡Y una mierda con eso! A partir de ahora solo le dirigirás la palabra para lo estrictamente necesario. Y si no obedeces Gianna, ambos aténganse a las consecuencias.

— Pero esto no es jus... — Interrumpe lo que iba decir.

— ¿Quedó claro lo que te ordené? — Me pregunta él mirándome fijamente, y ni respondo nada — ¿¡Te quedó claro lo que te ordené Gianna!? — Me vuelve a repetir alzando la voz. Tengo ganas de llorar, no sé porque me comporto como una maldita sumisa con él.

—Sí, señor — Es lo único que digo con el corazón latiéndome desbocado.

—Eso espero —manifiesta para luego soltarme. Yo me quedo congelada en mi sitio — Apúrate, que voy tarde por tu culpa.

Caminamos en silencio, hasta llegar a la oficina donde están reunidos los productores y el dueño de la disquera.

—¡Ha llegado nuestra súper estrella! —exclama Sean el productor de Leo, levantándose de su asiento, para brindarle a él un abrazo que rehúye. —Y mira a quien tenemos aquí, a la bellísima asistente, Gianna —me saluda también dándome un efusivo abrazo. — Siéntense chicos con confianza.

Leo se sienta en uno de los sillones que están enfrente del escritorio, y yo en otro más apartado.

—Bien Leo, hace un tiempo que no sacas nuevas canciones, así que hemos pensado en que debes sacar otro álbum. Tus fans están pidiendo más música y creo que se las debes —le comenta Paul, el dueño.

—Por Dios, si hace poco saque una canción —espeta Leo secamente luego de rodar los ojos.

—Eso fue hace cinco meses Leo, y tú sabes muy bien que en este negocio tienes que estar produciendo.

— Sí claro. No le demos más vueltas al asunto, ustedes no piden si no que ordenan, así que ¿Cuánto plazo tengo?

— No te estreses. Tomate tú tiempo para que las letras fluyan, pero no demasiado, ya sabes. Si quieres te conseguimos algunos compositores para que te ayuden a escribirlas —le responde Sean.

— Nadie compone mis canciones, solo yo. Así que no te preocupes, te daré tu álbum, pero no me presiones —replica dirigiéndose a Paul.

—Sin presión amigo, sin presión. Por cierto, podrías hacer una colaboración con otro cantante, deberías considerarlo. — Interviene nuevamente Sean.

— Ya veré ¿eso es todo lo que querían decirme? — Leo se levanta de su asiento con clara señal de querer irse, y yo por inercia me levanto seguidamente.

— Sí, eso es todo, pero quédate un rato Leo, charlemos como amigos.

— No gracias, debo irme. Tengo que empezar a escribir un álbum ¿recuerdas? Nos vemos pronto — Ellos niegan en respuesta, pero él los ignora y camina hasta la puerta.

—Hasta luego Gianna, fue un gusto verte de nuevo —me dice Sean despidiéndose —Lástima que tu jefe sea tan amargado —susurra, para luego reírse mientras yo trato de disimular una sonrisa.

—Nos vemos muchachos —me despido de ellos, y salgo detrás de Leo.

LA ASISTENTE DE LEO ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora