Extra III

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LEO.
5 meses atrás.

Tres meses después y por fin puedo decir que salí de ese infierno con paredes blancas. Joder, como odié estar en ese maldito lugar. Ni siquiera sé si estar todo ese tiempo ahí funcionó de algo para mí, digo estar en un lugar donde no puedes conseguir ningún tipo de droga lo hace más fácil, pero salir a la calle en donde sabes que casi todo está en la palma de tus manos es la verdadera prueba. Aunque desde hace ya varias semanas, la ansiedad y desesperación por consumir algo han desaparecido de mi cuerpo, o, mejor dicho, raramente desde que ella comenzó a visitarme mi cerebro no piensa en la droga, y lo único que ronda todo el tiempo por mi mente, es mi asistente.

No entiendo qué demonios me está sucediendo con ella. Sólo sé qué día y noche es todo lo que viene a mis pensamientos por más que quiera evitarlo. No estoy diciendo que me guste o algo así, pero tampoco estoy negando que tenga un bonito rostro y esté buena, porque lo está. Pero, es algo más, ella tiene algo único e hipnótico, algo que con sólo verla te transmite paz y tranquilidad. Es demasiado extraño. Diablos, ya ni sé lo que estoy diciendo. Pensándolo bien es una completa estupidez, así que será mejor que piense en otra tontería. Mierda, Marianne. Juro por quien sea que si ella no hubiera ido a visitarme ayer habría olvidado que tenía una novia. Y la palabra novia es sólo para darle algo de falsa formalidad a nuestra "relación" porque lo único de novios que hacemos es coger. Joder, tengo que terminar con ella. Estoy harto de toda esta falsedad que me busqué sólo por una maldita calentura instantánea y por querer demostrarle al estúpido de su ex, que a mí nadie me retaba. Como sea, voy a hablar y ser claro con ella, porque, aunque sea una chica agradable, con su superficialidad, y actitud más plana que una hoja de papel, ya me aburrió.

— Elian —formulo el nombre del conductor al caer en cuenta de algo.

— Dígame, señor.

— ¿Sabes si mi asistente está en el apartamento?

¿Gianna? —cuestiona con un tono algo extraño.

— Sí —replico.

— Efectivamente ella se encuentra en su penthouse, señor. La observé en la mañana cuando iba adentrándose al elevador —manifiesta. —Por cierto, se miraba muy hermosa —finaliza diciendo y en ese preciso momento un sentimiento desconocido de malestar, empieza a surgir en mí, y las ganas de querer meterle un puñetazo al imbécil de mi chófer se hacen presentes.

La expresión en mi rostro refleja mi disgusto por la palabra que acabo de escuchar salir de su boca. Y casi al instante él nota mi cambio de actitud, ya que al observarme por el espejo retrovisor, capta mi expresión de molestia, y se da cuenta de que me ha cabreado la forma en la que se ha dirigido hacia ella.

— Que sea la última vez que dices algo así mientras estás frente a mi —le advierto.

— Disculpe señor, sé que fue algo indebido —replica avergonzado. — No volverá a ocurrir —dice en el instante en el que llegamos al parqueo del edificio y él estaciona el auto.

Bajo del coche sin decir una palabra más, y el chofer camina detrás de mi junto con mis maletas. Antes no me habría importado llevarlas yo mismo, pero con lo que dijo se lo merece para que aprenda a medir sus palabras. El recorrido en el ascensor se da en absoluto silencio, y en parte es porque me siento algo nervioso y ansioso por llegar, algo que ni yo entiendo. Al llegar a mi piso y cuando el elevador se abre mostrándome mi apartamento, mis ojos se van directo a los globos y el cartel de bienvenida que hay en la estancia. Salgo del cubículo de metal y al poner un pie dentro del salón, simplemente quedo absorto con todo esto ¿Lo hicieron para mí?

— ¡Mierda el pastel se quemó! —escucho una voz femenina decir proveniente de la cocina, y al segundo de reconocerla siento mi corazón dar un fuerte latido. Sin embargo, esto no es nada comparado a lo que siento cuando ella, con su cara toda llena de polvo de chocolate aparece frente a mí. —Oh por Dios ¡Ya viniste! —exclama observándome con asombro, y en un acto que jamás me habría esperado, ella corre hacia mi dirección y se lanza sobre mi cuerpo, rodeándome en un fuerte abrazo que me toma por sorpresa. — Estás aquí —formula en mi oído sacándome de mi estado de desconcierto, logrando que yo sin pensarlo corresponda a su abrazo, pasando mis brazos por su torso.

LA ASISTENTE DE LEO ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora